5. No te muevas tanto

636 45 13
                                    

5.     No te muevas tanto

        —¿No te liaste con nadie? —preguntó la esteticista a su amiga mientras le pasaba el láser por las piernas.

Vega había ido a repasarse las piernas. Estaba contenta con el láser porque aquella era la tercera sesión y parecía estar dando resultados a pesar de ser tan morena. Se lleva bien con Trizia de verdad. Suponía que sería confidente con cualquiera de sus clientas pero dudaba que pasase con alguna otra las tardes de domingo viendo películas hartándose de Nutella, como con ella.

            —No, con nadie —se rio la chica. No veía nada con esas gafas opacas de protección, pero imaginaba la cara que había puesto su amiga—. No había ningún chico interesante. Además apareció el rollo de Vio y me terminé yendo pronto.

            —¡Vaya pestiño! —le dijo la rubia mientras pasaba a la otra pierna—. ¿Lo llamó Vio o llegó de sorpresa?

            —Debe tener activada la localización del iPhone —se rio Vega. No lo sabía, la verdad. Sólo vio que el chico llegaba.

Se lo habían pasado bastante bien. La verdad es que sí que necesitaba despejarse. Se dio cuenta porque sólo le hicieron falta dos copas para embriagarse. Sí, a la segunda copa, Vio y ella estaban partiéndose de la risa de las cosas más banales. Desde hacía tiempo que picaba a Vio con su banda favorita. Congeniaron porque las dos admiraban la banda de Den. Y a Den. Lo mejor de cuando salían era que sonara una canción suya con la que fangirlear hasta morir. A pesar de todo, Vega siempre le decía que Den era suyo y que ella no podía quejarse porque estaba con un chico. «Tía, no me jodas. No compares». Y Vega le respondía: «Ah, haberte quedado soltera como yo esperando al hombre de mis sueños». «¡Tú estás loca y te vas a morir sola!», decía la otra.

No era tan obsesionada de normal, pero desde que Rico había encontrado la revista se le habían despertado sus instintos más adolescentes. Echaba de menos ser adolescente. No lo podía evitar. Estar rozando la treintena le hacía echarse a temblar en ocasiones. Sufría del síndrome de Peter Pan desde hacía tiempo y, mientras tanto, en su casa todas sus amigas empezaban a casarse o a ser mamás. Si se ponía a pensarlo, le parecía genial por ellas. Si se posicionaba ella misma en esa situación, seguía negándose en rotundo. Nunca se tenía por una inmadura, de hecho pensaba que era muy valiente por haber dejado la comodidad de su casa para aceptar un trabajo lejos de todo. Sus amigas que ya iban a ser madres no eran ni la mitad de maduras que ella. Era una cosa extraña, una especie de equilibrio entre siempre ser una niña y ser independiente y no necesitar nada de los demás. Al menos para vivir. Era un limbo en el que, por raro que pareciese, se sentía demasiado cómoda.

En todas las cabinas se oía la radio. A pesar de que la máquina del láser hacía mucho ruido, en aquella también. La canción que llevaba días escuchando sonaba ahora dentro de la cabina. Casi da un grito de emoción.

            —No, no te muevas —le regañó su amiga que se había asustado con el sobresalto de la otra—. No te muevas porque pierdo la línea…

Pero era imposible, es que le encantaba esa melodía que empezaba con un bajo al que pronto se le acompañaba una guitarra. Y luego... eso, su voz. La voz. ¡Ay, qué voz!

            —¡Tía! Me encanta, me encanta, me encanta, me encanta. ¡Es que me encanta la nueva canción de Den!

La esteticista se rio sin contenerse. Sabía que le gustaba porque aún tenía posters de él en los pasillos de su casa. Cuando los vio por primera vez le preguntó que a qué se debía. Vega le contestó que era arte. Ese día, Trizia supo que no podía tomarla en serio nunca. A veces le discutía sobre música y ella parecía no querer ni oír hablar de algo que no fuera rock.

            —No está mal, ¿eh? —preguntó de forma retórica la rubia.

            —Tía, es genial —le contestó animada—. No me imaginaba que me fuera a gustar tanto. Mucho mejor que el último disco. Me chifla. Espero que el resto de canciones estén a la altura.

            —¡Ay! ¿Cómo se me pudo haber pasado contártelo? —le dijo la chica con verdadera culpa en el tono. Vega no dijo nada, sólo movía la cabeza al ritmo de la canción—. El otro día le vi.

            —¿A quién? —preguntó Vega despreocupada.

            —A Den Murphy —le dijo, esperando una reacción exagerada de su amiga, pero nada. Se extrañó pero continuó—. ¿Sabes la peluquería de hombres que hay en la acera de en frente? Pues tuve que ir a ver si tenían cambio y estaba ahí cortándose el pelo.

Y era verdad. En su última foto en twitter tenía corte de pelo nuevo. Muy corto, pero genial porque marcaba sus facciones. A Vega le había encantado, pero es que le encantaba cualquier cosa que se hiciera o se pusiera. Era esa actitud, esa manera de pararse con las piernas abiertas y los pies apuntando hacia afuera. Era guapo por su manera de ser.

            —¿Me vacilas? —preguntó Vega lentamente.

            —No. Te hablo totalmente en serio tía, se corta el pelo ahí en frente. No tenía ni idea.

Vega se sacó las gafas esas y se incorporó en la camilla. Se quedó mirando a su amiga totalmente anonadada. ¿Qué? Compartían la calle para ponerse guapos, pero… ¿qué? ¡Ay, por favor! Tenía que cruzar la calle, entrar en esa peluquería, pedirles un mechón de pelo de Den y luego buscar Hogwarts en el mapa para que Hermione le hiciera una poción multijugos que daría a beber a cualquier chico para tener un Den en casa. O, más fácil que eso, tenía que ir a esa peluquería todos los días de su vida a ver si lo veía, directamente.

            —¡Tía, tía, tía! Yo tampoco sé cómo es posible que se te pasara y no me dijeras nada. ¡Qué fuerte!

            —Ponte las gafas, no quiero dejarte ciega . Y con lo que te mueves, quizá es posible —le dijo la otra, pero Vega hacía oídos sordos—. Si lo sé no te lo cuento, te has quedado en stand by.

No era precisamente en stand by porque la cabeza de Vega estaba ya planeando una boda preciosa a la que acudiría Paul McCartney. Definitivamente estaba siendo más adolescente que adulta en ese instante.

No tenía muchos amigos por allí, pero aquella ciudad había sido amable con ella por muchas cosas. Y le gustaba, le gustaba bastante estar allí. Tenía de todo. Y ahora, también, tenía un Den Murphy salvaje tan cerca.

            —Vive cerca, por lo visto, me lo dijeron los chicos luego. Y siempre va allí. Pero no te preocupes, si algún día decide quitarse el entrecejo y viene aquí, ese día te llamo, te lo prometo.

            —¡Aaaaaaaaaaaaaah! Me muerooooooo.

No te emociones tantoWhere stories live. Discover now