15. No te rías tanto

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15.  No te rías tanto

—¿Y a ti que te pasa?

Vega se encogió de hombros mirando a su amigo con una sonrisa tontísima en la cara. Tenía el disco de Den en las manos y parecía que iba a echarse a llorar. Rico la miraba negando con la cabeza. Rodó los ojos y alzó las manos en un gesto bastante dramático para explicar con mímica que su amiga había perdido totalmente la cabeza.

        —Ay, nena, ¿sabés qué? —le preguntó. Ella negó con la cabeza—. Al final me lo voy a comprar yo también, ya le siento como de la familia —le dijo cogiendo uno de los discos del stand, Vega se emocionó y soltó otra risita—. Pero, ¿cómo sabes que te va a gustar si no has oído nada más que una canción?

        —Porque sé que me va a gustar. Porque siempre me gusta y porque si tiene diez canciones como esa, seguro, seguro, que me gustará. Además, no te pongas tan modosito como si fueras el chico más cuerdo del mundo porque te recuerdo que, cuando salió el último disco de Lady Gaga, lo tenías encargado antes de que lo tuvieran en las tiendas.

        —¡Acabáramos! Pero es que eso es otra cosa. Es que Gaga vuela y es glamour. Es una Diva, es mi inspiración.

        Vega arqueó una ceja mirando a su amigo. Era un gesto reprobatorio total sin cortarse un pelo. ¿Acaso él podía tener ídolos y ella no? ¿Con qué rasero se mide el mundo? Rico sonrió y se encogió de hombros. Se rascó la nariz disimulando y se fue en dirección a la caja con toda la dignidad del mundo. Vega lo siguió y se colgó en su espalda de un salto sin pararse de reír. Él se quejó muy alto y todos los que estaban cerca se les quedaron mirando. Vega se rio, pero a su amigo le entró la vergüenza. Esa de la que carece, ¡qué cara más dura!

        —Pues, para tu información, el miércoles presentó el disco en un directo en el hotel de… Bueno, lo presentó —le dijo dejando de andarse por las ramas—. Y el jueves ya estaba subido en su canal de youtube así que lo he escuchado y me gusta. Claro que era una versión acústica, estoy deseando ver cómo suena en el disco.

        —Y hoy es viernes. ¿Vas a quedar con tu chico? —le preguntó pasando totalmente de ella.

        —¡Aish! —se quejó ella. Desde que vieron la película la otra noche, estaba de lo más pesadito con denominarlo como «chico» con un posesivo delante.

        Durante la semana, las conversaciones vía mensajes con Alan se habían intensificado. Hablaban hasta para la cosa más tonta, por ejemplo, la elección de una camisa para ir a una reunión de trabajo. Por lo visto, Alan tenía un proyecto entre manos chulísimo y que tenía muchísimas ganas de hacer. Vega se había convertido en su apoyo personal con la excusa: «a veces preferimos la opinión de alguien que apenas conocemos, en vez de la de los que tenemos alrededor». Tenía que hacer todo el diseño gráfico para una compañía musical. Desde el logo y el branding hasta los detalles más pequeños. Vega estaba emocionada junto con él, la verdad. Si incluía música, era el trabajo soñado. No podía negar que cada vez sentía que le atraía más aquel chico de cejas espesas y que, a pesar de que se hiciera la desinteresada con Rico, sí que tenía ganas de proponerle un plan al chico. Más aún de que fuese él quien la sorprendiera.

        Llegaban a la caja, después del numerito, y la cajera los miraba, mascando su chicle, con la desesperación de quién se quiere ir ya a casa.

        —¿Dos? —preguntó señalando los discos como si se hubieran confundido. Los dos la miraron como si fuese idiota. La chica volvió a mascar su chicle con aborrecimiento y los pasó por el escáner—. Tenemos entradas para el concierto, también —soltó como si estuviera harta de tenerlo que repetir a cada quien que compraba el disco.

No te emociones tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora