10. No te emborraches tanto

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10.        No te emborraches tanto

Sí, Den llegaba, nenas. Sonrió satisfecho cuando entraba por la puerta y una larga cola de personas, que aún esperaban por entrar, le miraban. Algunos le señalaron, «¿es? Sí, sí es. ¿Y el otro no es…? Sí, también». Habían llegado en taxi porque ninguno pensaba estar capacitado para conducir después de aquella noche. Saludaban a los de la puerta como viejos amigos, aunque ni tanto, y entraban directos a un mostrador donde estaba una chica que los miró con media sonrisa y asintió. Había que reservar las zonas VIPs, pero siempre había sitio para los chicos de la tele y sus amigos músicos. No había más que hablar. A Den le gustaba eso, le gustaba llegar a un sitio y que todos se apartasen para dejarlo caminar. Tan diferente a los conciertos donde millones de brazos estirados esperaban tocarlo por el estrecho pasillo que le llevaba hasta el autobús. Bueno, eso también le gustaba, una vez pasado el agobio. Era como una especie de dios o algo así. Justo como se sentía.

Subieron a la tercera planta y no se sorprendieron con encontrarse a alguien por allí. Den sonrió al instante. Había tratado de evitarlo durante unos días, pero era obvio que su manager no iba a perdonar una noche de sábado sin salir. Ach, en cuanto los vio, se levantó de su sillón y se acercó a ellos con una amplia sonrisa y los brazos abiertos. Den se dejó abrazar y le dio unas palmaditas en la espalda. En el fondo, adoraba a ese tío. Cob hizo lo mismo y sonrió a la camarera de la barra, que sí era la misma siempre y ella asintió sabiendo qué era lo que tenía que poner.

            —¡Eres un mamonazo, tío! —le dijo su manager tomando asiento de nuevo haciendo hueco para que los otros se sentaran.

            —¿Por? —preguntó haciéndose el tonto.

            —Todos te esperaban el otro día. Hasta vino éste capullo.

            —Bueno, preguntas sobre el disco, este miércoles cuando presentemos el acústico. Es lo que hay —le dijo de forma relajada, recostándose contra el respaldo del sillón. Observó la chica que dejaba su whisky en la mesa y le dedico una de sus sonrisas genuinas y fabulosas.

            —Vale, no habrá preguntas ni preguntones, te lo prometo —le dijo su manager fingiendo estar hablando súper en serio—. Pero ya que estáis los dos aquí, ¿cuándo vas a ir a su programa?

            —Cuando me llamen y me ofrezcan una buena pasta por responder cuatro preguntas.

            —Pues vas jodido, eso ya no funciona así —le dijo Cob riéndose. Entonces el otro se hizo el ofendido e hizo un gesto como si no quisiera ir—. Minutos de tele gratis, tío. Ahora todo el mundo pagaría por salir en la tele. Date con un canto en los dientes porque eres mi amigo y te dejo elegir fecha en el calendario.

            —Entonces, el año que viene.

Ach se rio. Consideraba que todo era una broma de Den. No podía ser que de verdad no estuviera interesado en promocionar el disco nuevo. Vamos, es que sería de tontos. No sólo habían ganado mucha pasta juntos durante esos años, Ach consideraba a Den como un verdadero amigo. Habían pasado noches de año nuevo en la misma fiesta desde ni se acordaba cuándo y ambos habían estado en las bodas del otro. Den había estado en las dos bodas de Ach. Le dio un trago a su bebida y miró al cantante con media sonrisa.

            —¿Y cuál es tu plan hoy? ¿Por qué nos deleitas con tu compañía?

            —Porque tenía ganas de agarrarme un ciego, básicamente.

            —No te emborraches tanto —le advirtió su manager. Luego se rio mirándolo como si fuera una madre regañando de antemano a su hijo antes de salir, sólo que no colaba porque se le escapó una risa—. No quiero que hagan mala prensa de ti si terminas pegándote en la puerta con algún bocazas o se te ocurre mear en una esquina o vete tú a saber qué otra gilipollez.

No te emociones tantoWhere stories live. Discover now