22. No me subestimes tanto

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22. No me subestimes tanto


Sentirse culpable era un asco. Pero sentirse culpable por dos cosas y no saber cuál era peor era un asco indescriptible. Aquel jueves, Deneb Murphy no se había levantado con el pie bueno. Estuvo dando tumbos por la casa como un idiota, y eso que el perro lo perseguía allá por donde iba. Se veía que el animal, echando de menos a su dueña, se encontraba solo. Algo así como la estrella del rock. Volvió a sentarle mal que muchas de las crónicas hablaran más de su relación con su ex mujer que de lo que estaba por venir en un próximo directo. Él se había pasado la noche anterior haciendo el notas entre rockeros, faltándole el respeto a los demás, riéndose de todo y de todos, pero la prensa prefería contar cosas que no sabían del todo. Por supuesto, Brit había tentado a la especulación. Teniendo en cuenta que esas cosas la podían sacar de la miseria si podía dar una exclusiva, quizá él también lo habría tentado a la especulación. Sabía que Brit estaba utilizando ese encuentro en su beneficio, pero también sabía que Brit no era una chica mentirosa. Lo que estaba escrito en menos de ciento cuarenta caracteres era verdad. Por eso él había contestado en ese tono medio bromista. Se alegraba del gran paso que habían dado, la verdad, aunque no estaba orgulloso de cómo había sido. O sea, el tema de montarse en el coche sin permiso le resultaba hasta divertido, pensándolo ahora fríamente. Incluso el de entrar en casa como si nada, pero lo que había ocurrido después no le había dejado dormir en toda la noche.

Había vuelto a su casa paseando, que no habían sido más de diez minutos, recordando cada palabra de la conversación que habían mantenido antes de que a él le diera ese puntazo de besarla. No entendía por qué lo había hecho ni por qué había querido complicar tanto las cosas. Además ni pensaba, se había dejado llevar por un calentón que seguro tenía mucho que ver con las muchas copas que había tomado. Menos mal que pararon a tiempo de no convertirlo todo en un drama.

Entre Brit y él siempre había habido una química especial desde el primer día en que se conocieron. Fue tan fácil como que la vio sonriendo a lo lejos y casi llegó levitando hasta ella para hacer miles de chistes tontos y ver esa sonrisa todo el tiempo. Cuando la escuchó cantar en directo por primera vez le hizo temblar por dentro y desestabilizarse. Cuando ella le cantaba, poco después, a solas y susurrándole al oído, Deneb había sentido que quería que aquello durara para siempre. Ella lo había hecho sentir como el único hombre enamorado en el mundo. Como si nadie más pudiera hacer sentir a nadie lo que él sentía por ella. De verdad así había sido. Quizá Den no estaba sintiéndose culpable por lo que pasó en el salón de la que ya no era su casa la noche anterior, quizá se sentía culpable por haber dejado de sentir todo eso. No lo sabía, sólo que todo era una mierda aquel jueves.

Había paseado al perro de Meg por la tarde más para pasearse a sí mismo y que le diera un poco el aire. Después habían cenado mirándose las caras, él en la barra americana de la cocina y el perro en su cacharro. Estaban los dos demasiado aburridos. Demasiado, mucho. Después se sentó en el sofá y manoseó el móvil por twitter y por más blogs y revistas digitales que hablaban del evento. Era un paranoico de esas cosas, tenía que leerlo todo. Y si decían que estaba guapo, mucho mejor. Durante el medio día había contestado a Brit, se imaginaba que ella lo había leído, pero su ex no le dio respuesta. Tampoco quería escribirla de forma privada porque sería forzarlo demasiado, necesitaban ir poco a poco. Pero seguía aburrido, solitario y en pleno estado pre-depresivo; por eso siguió tuiteando. Raro en él.

Miles de personas le retuiteaban y cientos tenían el valor de responderle. A veces leía a algunos, pero casi siempre se perdían muchas respuestas sin que ni siquiera le diera tiempo de haberlas echado un ojo. Ni siquiera tenía activadas las notificaciones porque podía ser un no parar. Pero, esa noche, leyó varias veces su propio tuit casi como si estuviese viendo la perfecta frase para una canción. Si tuviese la guitarra a mano y un vaso de tequila a su lado, a lo mejor y sólo a lo mejor, podría entretenerse escribiendo lo que sentía. Pero estaba aburrido de más, hasta para levantarse. Observó las respuestas que sus seguidores le enviaban. Algunas eran divertidas; otros lo insultaban abiertamente, cosa que siempre le desconcertaba bastante; otras sólo tenían un emoticono... Pero esa vez, una iba con foto. Como todo ser humano que ve en twitter una respuesta con foto, sintió la necesidad de abrirla para verla.

No te emociones tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora