21. No me subestimes tanto

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21. No me subestimes tanto

   En las redes sociales se hablaba del evento de la noche anterior de una emisora de radio que cumplía veinte años y al que acudieron un montón de famosos. Trizia y Vio estaban cotilleando el blog de una de esas chicas que parecen estar siempre a la última y criticando al famoseo, en el ordenador portátil de Vega, mientras ella andaba por la cocina con Rico. La morena le contaba a su amigo que se había portado como una idiota con Alan, o esa era la impresión que le daba teniendo en cuenta que lo único que había sabido del chico a lo largo de todo el día fue un «Bien, gracias» a última hora de la tarde desde que ella le había preguntado «qué tal» hacia media mañana. Su amigo torció el gesto con algo de reparo y se sintió tentado a decir un montón de improperios pero no pensó que eso ayudara a su amiga. A fin de cuentas, él le había contestado algo, no tenían por qué ponerse a extremar. Aunque hubiese contestado, eso no hacía a Vega sentirse mejor. El chico le contó que él, sin embargo, había congeniado bastante bien con la hermana de Alan y que irían a un showroom de una marca nueva, ese fin de semana. Vega no sabía si alegrarse o enfadarse. La verdad era que si su amigo se encariñaba mucho con Jenn o con Alan y luego resultaba salirles mal, ella se sentiría muy mal. O eso pensaba en ese instante. Había estado pensando demasiado en eso, así por lo menos no pensaba en Den Murphy. No hay mal que por bien no viniera.

Habían quedado los cuatro en casa de Vega para ver una película que llevaban toda la semana anunciando en un canal, como si se tratara de un estreno en el propio cine. «Tenemos que verla todos juntos», había propuesto Rico en el grupo de Gossips. Cualquier excusa era buena para no estudiar, por eso él siempre estaba dispuesto para cualquier plan. Habían picoteado algo y ahora calentaban palomitas en el microondas. Puede que no fuera la mejor de las veladas del mundo, o la más original, pero a Vega le valía porque estaba con sus mejores amigos y eso la reconfortaba una barbaridad.

     —A ver, nenas —decía Rico entrando al salón con un cubo de tres litros de helado y cuatro cucharas—. Animadme a ésta que cree que el chico de las cejas no la quiere más.

     —No exageres, Rico, por favor —se quejaba Vega, que traía dos boles de palomitas, uno en cada mano—. Estará ocupado, nada más. Ayer yo y hoy él.

     —¡Yo sé cómo animar a Vega! —exclamó Trizia levantando la mano.

Le dio la vuelta al ordenador, mostrándole a su amiga la pantalla donde un Den con gafas de sol y muy sonriente posaba en un photocall. Estaba muy guapo, o eso se intuía tras las gafas oscuras. Vega sonrió con resignación y dejó las palomitas sobre la mesa baja. No estaba segura de que eso le hiciese más feliz o menos. Bueno sí, la verdad es que sí que le hacía feliz porque a él se le veía muy feliz en la foto. Era adorable, su sonrisa, sus hoyuelos y su pose de «soy el puto rey, adoradme».

     —Según esta bloguera, ayer Den y su ex, Brit Aret, salieron juntos de la fiesta —dijo Vio encogiéndose de hombros—. Pero tampoco hay fotos para probarlo —agregó con una sonrisa divertida.

Vega se encogió de hombros también y se interesó un poco más en la web, bajando entre el texto y observando más fotos del evento, recreándose en una de Russ Donovan. Aquel hombre tenía algo de mágico para Vega. Quizá porque era el inspirador de Den también se había convertido en el suyo. Había muchas fotos de un montón de gente. También había fotos de Brit con un vestido negro que le hacía un tipazo. Vega no podía reconocer que admirara a Brit muchísimo. De hecho, su carrera había pasado inadvertida para la morena. Lo que sabía de ella es que había tenido, o tenía, un grupo pop y que se había casado con Deneb Murphy. No le parecía fabulosa, pero reconocía que siempre habían hecho una pareja genial y que ella parecía desvivirse por él. También intuía que eso le ocurriría a cualquier mujer que estuviese cerca de Deneb. De hecho, esa Meg, parecía que se desvivía por él. Pero había una gran diferencia, Brit le caía bien y a Meg la odiaba. ¿Envidia? Seguramente, tampoco lo negaba.

No te emociones tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora