12. No te líes tanto

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12.        No te líes tanto


Sí que estaba animado y, a esas alturas, le picaba la nariz. Cuando salió de la zona VIP en dirección al baño no pudo pasar inadvertida para él una pareja que se besaba en el rellano de la escalera. Den los miró sin cortarse un pelo, parecían bastante entretenidos a lo suyo. De hecho, eran bastante tiernos. Se preguntó si se acabarían de conocer o si se amaban desde hacía años. Parecía lo segundo, pero en las discotecas uno no se besa así con alguien con quien lleva años, ¿no? Sonrió y, en vez de quejarse como hubiera hecho cualquier otro día sólo por molestar, se sintió contagiado por el amor que flotaba en el aire. Bueno, ¿qué? Estaba feliz. La chica no pasó inadvertida para él, tenía unas piernas largas y bonitas. De la cara no podía decir mucho, porque no la veía, pero estaba buena. Él parecía un chico de anuncio. La verdad es que eran como la pareja perfecta.

Él y Brit también habían sido la pareja perfecta en un momento determinado. Los dos cantaban, los dos eran guapos y siempre estaban de fiesta y divirtiéndose juntos. Los tiempos cambian. Si no estuviera con Meg, les habría deseado suerte en el futuro, porque no creería en el amor. Pero Meg, su rubia, le había hecho creer en el amor por diez elevado a diez.

—¡Eh, estás aquí! —le dijo a Cob cuando entraba al baño. Estaba demasiado alegre y risueño. Su amigo se lavaba las manos en el lavabo.

—¿Me echabas de menos?

—No puedo vivir sin ti, me siento perdido —le contestó bajándose la cremallera frente al urinario. Lo miró y le guiñó un ojo.

—No hagas eso más veces mientras te la estás tocando —le advirtió su mejor amigo.

Den soltó una risa. ¡Qué capullo! Su amigo estaba mirándose en el espejo como un adolescente en busca de espinillas. Para cuando Den acabó su faena, se acercó al lavabo mirando a su amigo con un gesto raro. Se quedó quieto como anonadado hasta que sacó de quicio a Cob que se giró para mirarle a la cara, después de haberle visto a través del espejo.

—¿Qué coño te pasa?

—Nada, nada... —dijo poco convincente Deneb, abriendo el grifo para lavarse las manos—. Voy pedo, sólo es eso —agregó poniendo una sonrisa tonta al espejo, con la vista en el reflejo de su amigo.

—¡Qué te den, me piro!

—No, espera —le dijo Den en un tono algo misterioso. Se dio la vuelta y se secó directamente en los pantalones—. Ahí fuera hay dos viviendo un romance, no vayamos a molestar —le explicó de forma exagerada.

Cob frunció el ceño totalmente confundido pero soltó una carcajada segundos después. No quería ni imaginarse lo que supuestamente había visto su amigo. Se cruzó de brazos y apoyó el culo en el lavabo. Miró a Deneb arqueando una ceja como preguntándole que qué es lo que tenían que hacer ahora. El rockero torció el gesto, se encogió de hombros y se rascó la nariz como pensando. Cob se rio en seguida y le lanzó algo que se sacaba del bolsillo trasero de los pantalones. Den lo cogió al vuelo y sonrió.

—¿Tú crees que debería sentar la cabeza con alguien, Den? —le preguntó a su amigo volviendo a mirarse en el espejo. Den no contestó, parecía ocupado—. Quiero decir, no sé, tío, o sea... A ver, tengo treinta y siete años y unas seis exnovias conocidas, ninguna mujer y, que yo sepa, ningún hijo. No sé si dejé pasar el tren y encima tengo patas de gallo —comentaba con demasiada inquietud. Se pasó las manos por la frente. Den siguió sin decir nada, sólo vio a través del espejo cómo su amigo se agachaba. Él miró su reflejo, obviando lo que Den estaba a punto de hacer como si fuera algo súper normal—. ¿Cuánto se supone que dura ser guapo? ¿Y cuándo dejas de preocuparte por tener éxito? Me gustaría no tener que andar preocupándome continuamente de cuánto me durará el puto trabajo. Te lo juro, la tele es un mundo que te muele los nervios. Nunca sabes cuánto durará un programa. Siempre estás pendiente del share y toda esa puta mierda.

—¡Basta, Cob! —se quejó Den mirándole de repente. Se pasó la mano por la nariz y aspiró intensamente antes de cerrar los ojos fuerte y volverlos a abrir—. Vale tío, no es tan diferente de mi puta vida. Dependemos de los demás, punto —le contestó. Le tendió un billete enrollado y arqueó una ceja—. Mira, no sé si dártelo porque te está sentando la coca muy mal... —Cob le quitó el billete de la mano y Den se rio volviendo a pasarse la mano por la nariz. Se miró al espejo para limpiarse. —Tienes treinta y siete años, yo cuarenta y dos. Eres soltero, yo en proceso de divorcio. No tienes hijos, yo dos, si no tengo más que no conozco. ¿De qué coño te quejas?

Den no entendía, de todas las preguntas que había hecho Cob, qué era exactamente lo que le preocupaba. Su amigo se levantó de golpe y echó la cabeza hacia atrás un momento antes de mirar a Deneb, absorbiendo por la nariz. Le miró con el ceño fruncido. El rockero pensó que a su amigo se le había adelantado la crisis de los cuarenta, ¡qué pena! Entonces Cob le asaltó agarrándole por las mejillas sonriendo como si estuviera loco.

—¡Te quiero un huevo tío! —le dijo a Den.

—¿De qué vas? —preguntó el otro antes de soltar una carcajada.

—¡Que sí, que sí! Que pase lo que pase, tú siempre estarás más jodido que yo —soltó riéndose, apartándose de él.

—¡No te líes tanto! Yo soy muy feliz ahora, ¿eh?

Cob le pasó un brazo por los hombros a su amigo, totalmente venido a arriba y le arrastró hasta la puerta. Den no puso pegas, estaba animado otra vez de verdad. O nunca había dejado de estarlo, pero ahora se notaba aún mejor todavía. Ahora era como el rey del mundo, más o menos. Se pasó la lengua por los dientes de forma despreocupada pero, cuando su amigo puso la mano en el pomo de la puerta, lo paró en seco.

—No, no, tío... —le dijo—. La pareja esa, les vamos a joder el clímax.

—Tú... —comenzó a decirle Cob—. Tú eres gilipollas, ¿eh, Murphy?

Cob abrió la puerta convencido y con bastante curiosidad. Salió del baño y miró a la escalera y no vio a nadie. Se giró hacia Den que salía tras él. Al ver la escalera desierta Den se encogió de hombros. No había sido una visión, ni una paranoia. Por lo que fuera, ya no estaban.

—¡Vamos abajo! —le propuso Cob animado.

—No jodas, tío...

—Sí, sí, vamos abajo en plan incógnito —se rio subiéndose los cuellos de la camisa como si así se le viera menos. Den soltó una carcajada—. Tengo que hacerme a una piba hoy, estoy harto de modelos reconocidas y de actrices de televisión. Una normal, como Meg. Va...

—Me preocupa que quieras seguir mis pasos.


Había demasiada gente en la planta de abajo. Den sabía que no había sido una buena idea, pero el whisky, la coca y un amigo medio loco no eran buena combinación. O sí, ¿qué coño? A pesar de que lo habían reconocido en un par de ocasiones y se había tenido que parar a hacerse fotos, echaba de menos ese ambiente lleno de gente en el que puedes llegar a pasar desapercibido. Estaba contento, con otra copa en la mano, haciendo como que bailaba o algo así. Detestaba esa música sólo que en ese instante le daba igual. Cob le dio un par de golpes en el estómago. Le molestaron de la hostia, pero igual habían sido más flojos de lo que le habían parecido. Iba a quejarse pero se fijó en lo que miraba su amigo. Una chica pelirroja bailaba con una rubia. Deneb no entendía nada y lo miró arrugando la frente. Cob le miró como sorprendido.

—¡La pelirroja!

—¿Qué pelirroja?

—La de ayer, la del estudio —le explicaba mirándole.

—¿La que tiene novio?

—¿Qué?

Y Cob miró adónde miraba Deneb y vio a su pelirroja abrazando a un chico. Bueno, sólo se abrazaban, podía no ser...

Oh, no, se besaban. En la boca. Vale, tenía novio.


No te emociones tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora