18. No me esperaba tanto

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18. No me esperaba tanto

Jill se había levantado de la mesa con la disculpa de que tenía que ir al baño. Mientras tanto Cob apuraba una cerveza y Deneb ojeaba la carta pensando que no sabía cuál era la diferencia entre el pollo Tikka Masala y el pollo Tandoori, pero deducía que cualquiera de los dos le iba a gustar porque adoraba la comida india. Es más, seguro que ya lo había comido antes, pero de una vez para otra se le olvidaban los nombres. Antes de comer habían estado tomando algo en la terraza del restaurante, aprovechando el sol de primavera, y a Jill se le ocurrió preguntar qué tal el fin de semana con los niños, así que Den estuvo contando, muy animado, todo lo que hicieron. Casi como si estuviese deseando que le preguntaran para así poder contarlo y que le dijeran que era un gran padre.

El sábado por la mañana los despertó y los llevó a una exposición de animación que había en el centro. Él era un friki de los dibujos animados, así que se lo pasó como los enanos. De hecho fue el que se empeñó en que se hicieran unas cuantas fotos con un muñeco enorme, protagonista de la última peli que les encantaba a los niños. Estuvo a punto de tuitear un selfie, pero al final se entretuvo con Ras que quería todos los muñecos de acción de la película en la tienda de la exposición. Y se los compró, porque a él también le encantaba jugar con ellos. Después habían estado comiendo en un McDonald's de la zona, que bien no era santo de su devoción, pero Duhr estaba muy contento con la idea porque ya no se pedía Happy Meal porque ya era un chico grande. A Meg se le había ocurrido que podían pasar la tarde en el campus de la Universidad porque se jugaba un partido de Rugby; a Den le pareció una maravillosa idea porque adoraba el deporte, aunque estaba bastante sorprendido de que la chica se mostrase fan del rugby. Lo que Meg no le contó es que, durante su época universitaria, había estado saliendo con un Hoocker de metro noventa y que tenía que tragarse los partidos casi como si fuera los domingos a misa. Los niños lo pasaron en grande y Duhr no paraba de decirle a su padre que ya no quería ser portero sino que quería vivir el resto de su vida en una melé. Por la noche habían estado tranquilos en casa, disfrutando una cena casera en la que Meg puso más empeño que de costumbre y que, gracias a los cielos, Rasalas aprobó. El domingo por la mañana se resumió en horas de Mario Kart y de FIFA15 con la Wii, mientras Meg preparaba las maletas porque se iría el lunes de viaje de trabajo. Y por la tarde, Den tuvo que despedirse de los enanos y llevarlos a casa con todo el dolor de su corazón porque se los habría comido con patatas de haber podido. El más pequeño se enganchó al cuello de su padre pidiéndole que por favor se quedara a dormir en casa; cosa que hizo que Den tragara saliva con el corazón en un puño. Duhr simplemente se despidió y le recordó a su hermano que había niños en su clase con papás separados y que no pasaba nada. Esta última parte Den se la guardó para él y no le dijo nada a Cob y a Jill que le miraban con una sonrisa, justo antes de que ella dijese que iba al baño.

  —¿Y entonces Meg cuando vuelve? —preguntó Cob.

  —Creo que el jueves —le dijo despreocupado todavía mirando la carta.

 —Ach es muy pesado a veces, no sé por qué ella le tiene que acompañar a hacer sus trabajos de mánager. ¿No iba a cerrar actuaciones y entrevistas?

  —Justo —le contestó Cob cerrando la carta, ya se había decidido—. Pero dice que Meg tiene más carisma que él. Yo creo que es, simplemente, porque está más buena que él y él lo sabe. Parece ser que cuando va ella nadie dice que no.

  —Tú lo sabrás más que yo, tío... —le dijo Cob en un tonito demasiado confidente.

Den alzó las cejas serio y luego se le escapó media sonrisa que parecía dejar claro que Meg era bastante persuasiva. Luego rodó un momento los ojos y se encendió un cigarro con una gran naturalidad.

No te emociones tantoWhere stories live. Discover now