Epílogo

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EPÍLOGO

(no, no iba a acabar así)



-Quince meses después

No podía creerse que su novio estuviera ahí, tocando la guitarra, a punto de ponerse a cantar. Vega observaba el escenario, desde donde estaba, con una increíble sensación de intranquilidad en el estómago mezclada con una emoción desbordante. Había estado emocionada todo el tiempo pero aquella última semana irradiaba felicidad. Tenía al estudio donde trabajaba revolucionado y a sus amigos también, pero era algo a lo que, después de compartir más de un año, ya estaban todos acostumbrados. Viró la mirada a donde venían unas risitas y sonrió a Cob que justo ponía su vista en ella. Él le guiñó un ojo y ella arrugó la nariz con desenfado. Estaba nerviosa, él lo sabía. Se acercó hasta ella y le puso las manos en los hombros en un vago masaje de relajación, pero más que eso consiguió que Vega soltara una carcajada. Cob ahora llevaba una barba tupida, pero no demasiado larga, que era lo que se llevaba ahora. Por raro que pareciese, le había rejuvenecido; o esa sensación daba. Le resaltaba sus ojos claros. Estaba guapo. Era un chico guapo, eso estaba claro.

-Me encanta tanto el local, Vega -le dijo con la emoción de un niño pequeño la mañana de reyes magos.

-A mí también me gusta mucho cómo ha quedado.

-Es increíble que, al final, Den y Russ quisiesen sumarse al proyecto. La verdad es que el aire mod que tiene me parece genial.

-Es único, amigo mío -le dijo ella asintiendo con rotundidad.

Era una pasada la decoración. Según entrabas, te recibía una foto gigantesca de un Skyline de Londres en la que que los edificios estaban dibujados de palabras sueltas. La idea la había tenido una de las chicas jóvenes del estudio y a Den le había encantado. . Para Vega y Vio fue súper divertido participar en el diseño con la chica, diciéndole un montón de palabras que ella iba colocando en su dibujo. Sobre todo cuando se trataba de palabras malsonantes. Se habían sentido partícipes de la obra y, la verdad, aquello había abierto un mundo nuevo a Vio y a Vega. Al menos habían conseguido salir del papeleo durante unas semanas, sobre todo cuando el mismo Cob iba a la oficina y las sacaba casi a rastras para que fueran viendo cómo estaba quedando todo. Podía decirse que se habían hecho amigos. Sí, Vega podría asegurar que sí. En ese momento la música sonaba al fondo de la sala más grande, donde había un escenario que dejaba ver detrás una pared de ladrillo con una enorme diana mod dibujada a chorretones de pintura. Era la parte que más le gustaba a Vega. Cob le apretó la mano, ella lo miró un momento y se rieron a la vez. Parecía estar igual de nervioso y emocionado que ella. No todos los días se inaugura un nuevo local y no todos los días tu novio presenta nuevo disco. Y, entonces, su voz inundó el lugar, haciendo que la sonrisa de Vega le ocupara toda la cara. ¡Ay, se iba a poner a saltar como una niña pequeña! Y la de veces que le había visto actuar y la de veces que le había cantado a solas, pero ahora era tan sumamente especial que creía que se iba a echar a llorar de la emoción.

-¿Dónde está el papeo? -soltó la voz de Vio detrás de ellos. Cuando se giraron, la pelirroja tenía una ceja alzada-. Dijiste: «Si todo sale bien, todo corre a mi cuenta». Bien, pues no puede estar saliendo mejor, así que quiero mi cena.

-Pelirroja... -comenzó Cob mientras negaba lentamente con la cabeza-. Ahora estamos en un concierto. Deja tu mensaje después de la señal. La señal.

Vio se rio de golpe y le dio un flojo puñetazo en la tripa que hizo que Cob se riera, encogiéndose de forma exagerada como si acabara de estallarle el bazo. La pelirroja lo abrazó y lo trepó para ponerse a cantar la canción, con un puño en alto como si se tratase de la mayor fan de la banda. Vega se rio muchísimo y acompañó a su amiga con la canción ya saltando, como un minuto antes tenía ganas de hacer. Ellos estaban en una especie de apartado VIP, al fondo, donde el escenario se veía genial y sin nadie que te agobiara por delante, por detrás o por los lados. Esa sensación de superioridad molaba, la verdad; aunque en demasía era peligrosa. Sin embargo, Rico y Jenn habían preferido estar en pista. Habían congeniado muy bien, tanto que podría decirse que ahora la mejor amiga de Rico era Jenn. Eso no molestaba en absoluto a Vega porque el chico seguía invadiendo su casa siempre que le apetecía, sólo que ahora venía acompañado por ella en muchas ocasiones. A Jenn parecía encantarle el salón de Vega, francamente. Esperaba que ahora le gustara ese lugar.

No te emociones tantoWhere stories live. Discover now