Capítulo 20

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20 | problema 



DOS DÍAS HABÍAN PASADO DESDE QUE EMMETT SE HABÍA IDO. Bueno, todos los Cullen si debía ser sincera y el simple hecho de pensar en el pelinegro le mantenía en una ensoñación, de la cual, no quería escapar. Cada dos por tres se descubría a si misma observando el anillo que adornaba su anular mientras un sentimiento fuerte le tomaba la boca del estómago. 

Emoci...—Seguro es acidez. — la voz de Leah cortó sus pensamientos. —¿Has estado comiendo mal estos días? — pregunto interesándose por los sentimientos que su amiga le describía. Sarah elevó las cejas con diversión y Ava rio mientras ingresaban en el edificio. Había sido día de compras en el supermercado, así que la loba les había acompañado para realizar la tediosa tarea de llevar muchas bolsas. 

—Te dijo que le gusta el Tio Emmett, Lele— aseguró Ava mientras comía una gomita acida de oso. —¿Qué es la acidez? — cuestiono con curiosidad. 

—Lo que te va a provocar ese dulce horrible— le peleo Leah antes de sacarle la lengua. Ava respondió de la misma forma. —¿Sabes todo el azúcar que tiene eso? Desde aquí lo huelo. 

Cuando Sarah pensaba darle una respuesta real a Ava, un hombre les cortó el paso mientras le saludaba. —Señor Mitchell—. la de cabello castaño reconoció a Matthew, el hijo de su casera. Un hombre de unos cuarenta con más seriedad que ganas de vivir. —Buenas tardes...

—Un placer verte, Sarah. Ava. — saludo antes de mirar de nuevo a la castaña —¿Podemos hablar? 

Sarah asintió ante su petición y dejo que Leah tomara varias de sus bolsas antes de subir al ascensor con Ava —Iré preparando el almuerzo— murmuro su amiga. 

Cuándo el aparato desapareció con ambas dentro, Sarah le presto toda su atención al hombre —Señor, que sorpresa verle por aquí.

El hombre hizo una mueca —Subí a buscarte pero no te encontré, que bueno que nos vemos ahora, quería hacer esto en persona...— el tono dejo en claro que no era nada bueno. Al menos no para ella. Las manos de la joven sudaron. —Mi madre falleció— la sorpresa hizo lugar en la castaña. 

—Oh, Señor Mitchell, lo lamento muchísimo, Jo era una excelente m... 

—Hemos decidido con mi hermano vender todos los condominios de mi madre. — le cortó. El balbuceo que Sarah lanzó al aire no llegó a formar ni una palabra coherente; se había quedado helada. —Tienes diez días para encontrar otro lugar. 

El rostro de la joven palideció de forma drástica. —¿Diez días?— preguntó con estupefacción. Eso no podía estar pasándole, no es medio de un proceso legal por la custodia de Ava. No ese año. —¿Cómo voy a encontrar un lugar donde vivir en diez días? — reclamó. 

El hombre se encogió de hombros restándole importancia a un problema que no le pertenecía. La joven quiso gritar ante la indiferencia con la cual, le estaba diciendo que se iba a quedar en la calle. — Como se que tienes a la niña, he convencido a mi hermano para devolverte el deposito que hiciste le alquilaste a mi madre, lo siento pero es en todo lo que puedo ayudar...

—¡Oh, genial!— replico la castaña con ironía. Tomó una larga respiración y paso las manos por su rostro. —¿Al menos tiene idea de alguien que alquile un departamento o una habitación?— indago. Necesitaba opciones, necesitaba encontrar algo y muy rápido. No podía permitirse que Ava no tuviese un techo estable sobre la cabeza. 

El señor Mitchell negó. —Lo siento, Sarah. Si tuvieras un contrato escrito eso podría beneficiarte pero no lo hiciste con mi madre en su momento...

—Si, porque ella era buena persona y ambas confiábamos en la otra sin dudarlo. Me alquilo por años, la señora Jo era...

—La señora Jo está muerta, señorita Dupont. — le corto el hombre para lanzarle una mirada dura. Sarah quiso golpearle el rostro. —Diez días. — recordó antes de caminar a la salida. La joven le siguió con la mirada hasta que su espalda se volvió un borrón difuso en la lejanía. 

¿Qué iba a hacer? 

Sin un hogar estable tenia todas las de perder contra Margot. 

Sin un hogar, Ava era la más perjudicada. 

—Esto debe ser una maldita broma— murmuró al aire. 

Apenas le informó a Leah las malas nuevas, esta no dudo en ofrecer su casa como un refugio y la castaña le agradeció infinitamente, aun así, eso no aliviaba sus penas por completo. No podían vivir de prestado toda la vida. No podía sacarle a Ava todo lo que había dado con esfuerzo a lo largo de los años; un techo, privacidad, estabilidad y una cama caliente todas las noches. 

Sarah observo a la infante sentada en el sofá de la sala leyendo un libro con total indiferencia al problema que atravesaban de repente y se movió hacia la cocina cuando las lágrimas le picaron en los ojos. Estaba tan frustrada. Sus ánimos se habían ido al piso; no Emmett, no enamoramientos ni fantasías. Solo la realidad: pura y cruda. 

La realidad no era buena para ella la mayoría de las veces. 

—Intenta calmarte, Sarah. Pueden quedarse en casa el tiempo que sea necesario...

—¡Lo sé!— le interrumpió antes de pasar la mano por su rostro para luego dejarla caer con pesadez sobre la encimera. —Es solo que...esta es su casa, Leah. Jamás me ha gustado pedir nada y mucho menos quiero no tener un techo real donde vivir. —se frustro aun más —Y Margot, ¡Agh!— lanzó un quejido —Ella esta casada con un tipo rico, tiene una mansión y seguramente la vean como la opción perfecta de madre. ¿Qué tengo yo?— pregunto —Dolor de rodillas, dos trabajos a medio tiempo y mal genio cuándo como de más. 

—Hey...— la mano de Leah se posó sobre su hombro. El calor que esta irradiaba fue, de cierto modo, reconfortante. Casi como una taza de café un día de lluvia. Ambas compartieron una mirada. —Nada va a pasar. No le van a dar a Margot la custodia, confía en eso, Sa. — murmuro con seguridad la de cabello oscuro como la noche. -Vamos a solucionar esto, ¿si?

Sarah tomo una larga respiración para calmar sus lágrimas silenciosas y acepto el abrazo que Leah le daba. —Gracias, Lobita— susurró mientras sorbia su nariz. Si había sacado algo bueno de su relación con Jacob eso era sin lugar a dudas su amistad con la joven. 

Oyó un quejido de la más alta y como apretó ligeramente más el abrazo —Vuelve a decirme así y te haré dormir en la tienda de acampar a orillas del lago... y sin mantas. — le amenazó. 

Sarah sonrió de lado —Qué experiencia gratificante...

—El encanto de la Push, nena. Te van a devorar los bichos. 








Guys my age [Emmett C, Jacob B]Where stories live. Discover now