Capítulo 15

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15 | el amor es delicado







SARAH MOVIÓ LAS PIERNAS CON NERVIOSISMO MIENTRAS SE MIRABA EN EL ESPEJO, el vestido negro de satén pegado al cuerpo le parecía demasiado, y ni siquiera quería ir, no quería aparecer por la boda de Margot, fingir que le tenía un mínimo de aprecio o que su relación de hermanas funcionaba, pero sabia que era lo mejor si quería asegurarse de alguna forma la tenencia de Ava, además de que Emmett había insistido mucho en aquella semana, y aunque parecía que a regañadientes, Aidan coincidía con el pelinegro en que mejoraría su imagen, si se comportaba, claro. 

Leah chasqueó la lengua —Bueno, yo creo que te ves preciosa...—dijo dándole una mirada de cuerpo completo a su amiga, definitivamente era hermosa. Sarah esbozó una mueca, no se sentía así la mayoría del tiempo, siempre había tenido autoestima bajo: su pelo solía ser seco, sus ojeras no se iban, y aunque fuese extraño, sus hombros no eran de su agrado, nunca supo bien el porque de eso. 

—¿Segura que no quieres venir?— preguntó, no creía que a Margot le importara demasiado, después de todo, la invitación no especificaba cuantas personas podían ir, y su nuevo esposo rico podría costearse un plato de comida más. Leah hizo una mueca y negó, se había excusado con sentirse mal, Sarah dudo de aquello, los lobos no solían enfermarse, cosa de sangre solía decir Jacob. Sarah se giro en dirección a su amiga y suspiro con fuerza, estaba nerviosa, Leah lo notaba al mirar la tensión de sus músculos. La de piel morena se acerco y la abrazo con fuerza, separándose un tiempo después, el olor a Cullen estaba por todos lados. 

—Apesta...—se quejó, Sarah elevó las cejas y se olfateó a si misma, se había bañado. Leah negó rápidamente —No tú, solo que estoy con el olfato sensible últimamente y tu vecino esta cocinando algo con un aroma espantoso— inventó, apestaba a muerte todo el maldito departamento pero bueno, no podía decir eso aunque si había estado muy atenta a la castaña esos días, no confiaba en el sangre fría. —Iré a ver si Ava ya esta lista... — informó antes de abandonar la habitación. Sarah se miro de nuevo en el espejo y sacudió las manos en un intento débil de eliminar su nerviosismo. La puerta sonó, y la castaña sabia perfectamente que Emmett Cullen estaba del otro lado, la puntualidad parecía ser costumbre del hombre. Movió su cabeza de forma frenética y aliso su vestido mientras caminaba hacia la entrada.

En cuanto abrió, intento que la mandíbula no le terminase en el suelo, pasó la mirada por sobre el cuerpo del hombre sin ningún tipo de reparo: el traje negro se le ajustaba a la perfección, estaba segura de que era a medida, le llegó un aroma de un perfume que no reconocía pero que se sentía caro, una sonrisa inmensa iluminaba su rostro, y aunque tardo en notarlo, Cullen la había evaluado de la misma manera, lo cual, hizo que el rubor le cubriera el rostro. Ella no se comparaba ni en años luz con algunos de los Cullen. 

—A-a-h, hola...

Emmett evitó reír ante el nerviosismo de la mujer, y le tendió el ramo de rosas blancas, las cuales, Sarah tomó con delicadeza. En algún lugar el hombre había leído que ese tipo de flores se les daba a quienes uno respetaba y amaba, y como sentía ambas cosas hacia la castaña, le pareció la mejor opción. —Luces particularmente hermosa hoy— dictaminó el de cabello oscuro. Bueno, como la mayoría del tiempo, quiso decir. La mujer intentó aplacar la sonrisa estúpida que se le coló entre los labios. Se sintió de repente como una adolescente pequeña viviendo el primer amor.

—Tú también

Emmett sonrió de lado —Lo sé, un par de personas me lo dijeron en el camino — se burló, Sarah sonrió. Ava apareció sacudiendo los volados de su vestido celeste, y abrazo con fuerza al hombre.

—¡Tío Emmett!

Leah arribo al salón, y comenzó a taparse la nariz, Sarah le observó preocupada. ¿Acaso le pasaba algo malo? —¿Leah, estás bien?— cuestionó. La morena asintió antes de caminar hacia el chupasangre y tenderle la mano como si no le conociera de nada. Cómo si no fueran enemigos naturales.

—Leah Clearwater — se presentó.

—Emmett Cullen— respondió tomando su mano —Un placer conocerla...

La tensión se disipó un poco más luego de eso, y Sarah tomó su bolso para salir pero Ava tuvo una urgencia de último minuto: baño. La castaña se disculpó y desapareció por el pasillo del apartamento con su sobrina en brazos. Cuando la soledad les hizo compañía, Leah miró al muerto —Si le tocas un solo cabello a alguna, te voy a quebrar en muchas partes — amenazó. Su voz salió con seguridad, sus ojos le miraron con la fiereza propia de una loba.

—No lo dudo — respondió el mayor con una sonrisa —Pero esa no es ni será mi intención, las quiero a salvo incluso más que tú

—Si, claro — respondió la mujer en voz baja, con enojo. No confiaba en él, pero tampoco podía intervenir, no le correspondía y no podía. —¡Y deja de pasar tanto tiempo aquí, apesta!— se quejó. No soportaba aquel hedor, estaba esperando a que Ava y Sarah salieran para limpiar en profundidad esa casa e intentar eliminar el aroma que perseguía al putrefacto Cullen.

Emmett rodó los ojos —No me ganarías en una pelea — se burló, Leah abrió los ojos con indignación, y para cuándo pensaba responder a aquello con un insulto para nada lindo, su mejor amiga hizo acto de aparición.

—¿Vamos?— cuestionó Sarah, Emmett sonrió. Ambas se despidieron de Leah y la castaña le prometió que conseguiría algo rico para ella, aunque tuviera que esconderselo en el cabello.

El viaje en auto le pareció extenuante, y aunque quiso participar de la amena conversación que Emmett y Ava mantenían, solo logró soltar unos monosílabos que no pasaron desapercibidos para el pelinegro. Tenía muchas emociones juntas, no quería ir. Pero también una pregunta le cruzó la mente: ¿Alguien de su familia estaría allí? Esa se convirtió de repente en su máxima preocupación. Ellos jamás habían sido amorosos con ella, y dudaban que lo fueran con Ava, porque a pesar de ser hija de Margot, tenía su carácter. Ava era el reflejo de Sarah en muchos aspectos.

Una gran y fría mano tomo la suya por segundos, Sarah salió de sus pensamientos con rapidez y movió su cabeza para observar al dueño de ella. Emmett Cullen le otorgó una amplia sonrisa por un par de segundos, como si comprendiera todo lo que pasaba en su cabeza por ese instante. Los ojos de Sarah se movieron por las facciones del hombre y comprendió que el amor era delicado, pero que se expresaba de tantas maneras que en muchas no había aprendido a reconocerlo.

El amor estaba en ese pequeño gesto, el amor era terminar esa cartulina junto a ella, el amor era llevarla a su auto solo para ayudarla a salir de una situación incómoda, el amor era el no cuestionarla por sus decisiones, o por sus responsabilidades. Sarah Dupont no estaba enamorada de Emmett Cullen, pero vaya que le gustaba. Y mucho.








Guys my age [Emmett C, Jacob B]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon