27,El miedo.

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He pasado una noche con miedo, y no sabía, quien me lo metía en el cuerpo.

¿El cuerpo puede tener miedo? ¿No vendrá el miedo de más hondo? ¿Miedo a qué?

Eso lo digo ahora que es de día, y ya está el Señor aquí con la luz del nuevo día.

¡Qué diferencia entre la noche y el día! La noche me recuerda momentos de dolor y de miedo vividos.

¿Miedo?

Miedo a todo, a la soledad a la oscuridad, al enemigo. ¡Yo que me creía valiente porque conmigo está el Señor!

Cuando llega el miedo, es como la noche, todo lo oscurece, no ves nada. Y al no ver nada, más te domina el miedo. ¡He sido esclava del miedo! ¡Nunca he recibido al alba con tanta alegría!

Mis miedos se iban yendo, y no me di cuenta que el miedo, me había dejado un regalo escondido sin que yo me hubiera dado cuenta. Fue al ponerme ante el Señor y llorando, darle gracias de alegría por verlo llegar con la luz del nuevo día. Y él me contesto que hoy, no había sido para mí el primero, y me di cuenta que era verdad.

Que el miedo cuando entró, me hizo olvidar al Señor. Era la primera vez que me quedaba sola en mi nueva casa, en Talará que es mi pueblo y donde está mu huerto, en la noche me suele dar mucho miedo por la oscuridad del campo todo cubierto de sombras, de las sombras de la noche, es una casa antigua toda llena de recuerdos, de recuerdos de otros tiempos y de los antepasados que vivían en los recuerdos Y cuando cerré la puerta y saber que estaba sola en esa primera noche que tenía que pasar sola, cosa que nunca había hecho, sin que me diera yo cuenta también se coló el miedo. Miedo a la noche, miedo a la oscuridad, miedo a la soledad, miedo a los recuerdos.

Ahora comprendo a los que viven solos y se pasan la noche con la radio en el oído, no pueden dormir, tal vez no los dejan los recuerdos, o tienen miedo a la soledad, y de esa manera oyendo hablar, sienten esa compañía, aunque no sea compañía, pero les da compañía. Pero no, su compañía es el miedo, igual que me pasa a mí.

Y no he recordado al Señor lo primero como cada día, aunque él me despertó lo mismo que cada día, para que se fuera el miedo.

¡Qué alegría cuando pude ver las primeras claras del día! ¡Había acabado la noche, ya podía estar tranquila!

Ya no había oscuridad ni tampoco soledad, porque la luz ya venía y con ella mi Señor para iluminar el día. Pero el Señor me aclaró lo que había en mi corazón.

En mi corazón el miedo me había dejado un regalo, un regalo inesperado, y me lo recordó el Señor. Era un peso, el corazón me pesaba y no sabía por qué, y el Señor me lo explicó.

El miedo me había dejado un regalo que pesaba, tanto pesaba, que, entretenida con él, me olvidé que el Señor y el amor eran para mí lo primero. Y yo, entretenida con el regalo que me había dejado el miedo, no me acordé del Señor hasta que me puse a darle las gracias por el nuevo día, y él fue quien me lo explicó.

El regalo que me dejó el miedo, era el rencor a la persona que me había dejado sola sabiendo lo que sentía, al encontrarme yo sola en una casa vacía, vacía no, toda llena de recuerdos de unos tiempos ya pasados y me daban mucho miedo el estar sola con ellos, por eso tenía ese peso, el peso era el rencor que yo tenía guardado dentro de mi corazón, y se lo quería decir a quien me dejó tan sola sin saber que aquella noche me dejaría tan sola.

Yo quería de alguna manera, hacer daño al que me dejó sola con el miedo sabiendo cuanto le temo. Y mi corazón, en vez de buscar al Señor para que me librara de él, sin darme cuenta, en mi mente vacía y limpia se había metido el rencor, y solo pensaba en devolver el mal que yo pensaba que me habían hecho.

Hasta que el Señor me saco del error, y me hizo ver todo lo que había pasado por mi mente que era impropio del amor que yo decía tener. Me hizo sopesar el bien y el mal, y lo que yo creía mal, solo era un favor que me estaba haciendo, a lo mejor no por mí, pero el favor era para mí.

Me preguntó, si podía vivir con el peso del rencor en el corazón, que si así era, el amor que yo decía tener no era verdadero, que otras cosas parecidas las había pasado sin rencor, que viera lo que pesaba y viera si me hacía feliz hacer daño a los demás.

Me dijo que todo dependía de mí, que él no podía hacer nada, había caído en el engaño del miedo al aceptar la tentación, y aceptar el regalo que el miedo (el enemigo del hombre) me dejó.

Me dijo que contaba con su gracia para vencerlo, y que pidiera ayuda a María, para que el peso del rencor que sentía en el corazón, lo echara fuera.

El peso era como una montaña puesta delante de mí, que me impedía ver el amor, solo quería causar un dolor, porque no veía el amor que me decían tener.

Y el Señor seguía diciéndome que era cosa mía. Que en mi mano estaba hacer el bien o hacer el mal. Que al mal se le vence con el bien, no hay otro modo de vencerlo. Era tirar el regalo que el miedo me había dejado. Es más, me dijo:

¡Mi querida campanilla! ¿No quieres ser esa pequeña gota que colma el vaso?

Sé que nadie lo verá, solo yo veré lo que hace tú amor. Solo yo veo en lo escondido del corazón. Solo yo veo, si el mal, te sirve para bien. ¡Yo confío en ti, mi querida campanilla!

Y tú sabes lo que me gusta a mí. Quítate el peso de encima, eso es lo que te dejó el mal, y ten cuidado cuando lo veas llegar.

¿Por qué has de temer si yo estoy contigo? ¿No te he despertado yo?

Pero no te has dado cuenta que era yo quien te llamaba para ahuyentar el miedo, y para que te dieras cuenta que era yo, quien te guardaba.

Yo confío en ti, mi querida campanilla, tenlo en cuenta cuando llegue el momento, para ver quién puede más en ti, si el amor que me dices tener, o el miedo que te hace sufrir.

Para ver si con el amor puedes vencer el resentimiento, que no es rencor, que el enemigo ha dejado en ti. Yo confío en ti mi querida campanilla, me fío de ti, no defraudes el amor que pongo en ti.

¿Qué creéis que paso?

Pues lo que quería el Señor, con su gracia el peso se me quitó, también se fue la montaña y pudo brillar el sol de nuevo en mi corazón.

Cuando sintáis que se acerca el miedo, no lo dejéis pasar, siempre trae algún pesar, o algún peso que dejar difícil de soportar.  Siempre te hace pensar y juzgar mal a los demás.

Que diferencia el Señor, cuando llega con su amor, quita los pesos de encima, solo sabe disculpar, te hace ver la verdad, transforma tú corazón y te devuelve la paz.

Que diferencia el Señor, cuando llega con su amor, quita los pesos de encima, solo sabe disculpar, te hace ver la verdad, transforma tú corazón y te devuelve la paz

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Recuerdos de mi jardínWhere stories live. Discover now