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Capítulo 37:

Jazmín.

Nos encontrábamos en un tramo de Italia en el que no había coches. Según Marco, por aquella porte de Italia no pasaban coches. Un lugar perfecto para la carrera.

Me llevó al garaje de casa y me dejó escoger el coche que yo quisiera, pero el que yo quería era el suyo, ese era el que realmente me gustaba.

(En el garaje)

-Quiero el tuyo.

-Ni de coña. No vas a correr con el mío.

-Ya lo hice.

-Escoge otro, hay muchos ¿Que más te da?

-¿Y a ti? Quiero el tuyo o no corro.

(Actualmente)

Estábamos nosotros dos, Giovanni, Gianna y Carla. Marco y yo estábamos con los coches preparados y mirándonos por la ventanilla esperando a que Giovanni nos diera luz verde para salir.

-Mas te vale no destrozarme el coche- advirtió.

Marco corría con el coche de su hermano, ya que era el mejor después que el suyo. Y yo con el suyo.

-Te vas a pasar toda la carrera viendo mis luces traseras- sonreí.

-Muy graciosa.

-Bueno, chicos...- Giovanni se puso en medio de los dos -¿Preparados?- asentimos -¡Ya!

En ese momento pisé el acelerador y mis ruedas chirriaron. Metí cuarta saltándome la segunda y tercera. Por el espejo retrovisor vi a Marco sonreír y aceleré para meter quinta.

En la primera curva Marco se puso paralelo a mi y me miró. Sonreí sacándole el dedo corazón. Un despiste hizo que quedase tras el en la recta y maldecí pegándole un golpe al volante.

Me hizo destellos con las luces traseras y gruñí. Cuando nos acercábamos a la segunda curva bajé de marcha a cuarta y esperé mi momento para adelantarlo.

Marco se abrió demasiado en la curva, tal y como yo pensé que haría. En ese momento aproveché y me metí en medio de el y del bordillo subiendo medio coche a el y terminé adelantándolo.

Volví a meter quinta y aceleré a fondo por la recta en la que nos esperaba la línea de meta. La crucé y frené volviendo a chirriar las ruedas del coche.

Sonreí saliendo del coche y esperé a que Marco saliera del suyo. Cuando lo hizo, se me acercó a mi y me agarró del cuello pegándome al coche.

-¿Te han gustado mis luces traseras?- pregunté sonriendo.

-Me gustan más las delanteras- me besó allí, delante de todos.

Llevé mis manos a su pelo y tiré de el provocándole un gruñido. Sabíamos que teníamos que parar, pero ninguno tenía la fuerza suficiente para hacerlo.

Escuchamos que alguien carraspeó y acabamos separándonos. Miré a la dirección del sonido y vi a Giovanni negando lentamente con la cabeza. Mierda.

-Será mejor que nos vayamos- me separé de Marco quien aún tenía los labios rojos e hinchados por mis besos.

Marco le pasó las llaves del coche a su hermano y yo le di las suyas a él. Me monté en el asiento del copiloto y el en la del conductor.

De repente me sentía mal. Sentía que estaba mintiéndole a Ambos y jugando con ellos. Se supone que Giovanni no me tenía que preocupar ya que a él le gustaba Carla y los había visto besándose.

Cuando llegamos al garaje, el coche de Giovanni ya estaba allí vacío. Nosotros habíamos tardado más por que Marco al parecer no tenía prisa.

-¿Que te pasa, Jazmín?

Esa pregunta me pilló por sorpresa. Su voz no sonaba dura y fría.

-¿A que te refieres?

-A que intentas evitarme todo el rato. A que últimamente estas a la defensiva y nerviosa cada vez que estamos a solas. No te entiendo y necesito hacerlo.

¿Eso era una súplica?

-Estoy... estoy como siempre.

-No, no lo estás y más te vale decirme que cojones te pasa. Te he dejado tu tiempo pero se acabó.

Me mordí el labio inferior y suspiré. En realidad no sabía que era exactamente lo que me pasaba. Solo sabía que si estaba con el sin saber la verdad... podría destruirnos, a ambos...

-No podemos estar juntos, no ahora- admití.

-Dame una buena razón.

-Por que toda nuestra vida está llena de mentiras. Nuestros padres son dos mafiosos culpándose el uno al otro y nosotros estamos en medio. No podemos estar juntos sin antes saber la verdad... Si...si estamos juntos y resulta que mi padre no es el asesino y es el tuyo... ¿De verdad crees que podría perdonarle? Nos acabaríamos destruyéndonos mutuamente. Somos dos bombas apunto de estallar y creo que juntos armaríamos la tercera guerra mundial.

Marco se quedó mirándome sin decir nada. Estaba procesando todo lo que me había estado callando para no hacerle daño a él y al final para nada. Se lo había terminado diciendo.

-No me importa. Me da igual quien sea el culpable. Si es el tuyo se que lo matarás tú. Y si es el mío... lo mataré yo- sonaba totalmente seguro de su elección -No me importa que me destruyas y me da igual explotar contigo. Y si tengo que armar la tercera guerra mundial para así poder estar juntos, la armaré.

Mi corazón pareció feliz por lo que Marco acababa de decir y triste... por que sabía que no podía salir nada bien de todo esto.

Pero al final ¿El corazón suele ganar las guerras contra el cerebro? En este caso si, por que me incliné hacia el y lo besé.

Suelen decir que el corazón y el cerebro nunca van en la misma dirección, pero en este caso yo seguí la dirección que marcaba mi corazón. Aunque me arriesgue a terminar rota por el, creo que no existe una mejor persona para romperme.

Marco profundizó el beso e introdujo una mano por mi pelo. Tiró de mi hasta dejarme a horcajadas encima de él en su asiento y le mordí el labio inferior.

Mis manos bajaron hasta su bragueta y empecé a desabrocharla, pero entonces, la alarma de la casa y una luz roja que nos envolvía en la oscuridad nos interrumpió.

Marco me miró y yo lo miré a él. Alguien había entrado en la casa.

Mi primer impulso fue abrir la puerta y salir del coche llevándome la mano a la pistola de mi espalda. Marco me paró cociéndome del brazo.

-¿A donde vas?

-Alguien a entrado, tenemos que...

-¿Tenemos? No. Tú te quedas aquí.

-Marco...

-Te quedas aquí. Jazmín, mírame- me cogió de la barbilla -No podría perdonarme si te pasara algo... Prométeme que te quedarás aquí hasta que yo vuelva.

Sus ojos gritaban súplicas que su voz callaba. Suspiré y asentí con la cabeza.

-Te lo prometo...

-Ahora vuelvo- me dio un beso corto. 

-Ten cuidado- supliqué.

-Ti voglio bene.

-Yo también.

Marco salió del garaje con la pistola en la mano. Me apoyé en una de las columnas y me crucé de brazos. Ese fue mi primer error, no apoyar la espalda a la pared para ver quien venía a por mi.

Filofobia #1 |+18|Where stories live. Discover now