veintiséis

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Damián.

Me quedé mirando al director tratando de no perderme en sus palabras, pero el viejo hablaba hasta por los codos y lo único que quería era sapear el por qué me había ido, ni siquiera tenía intenciones de volver a reconsiderar el uno que querían ponerme. Comencé a mover mi pierna derecha con impaciencia mientras me seguía hablando sobre las reglas del colegio. Hueá latera, si había entendido hace más de media hora que no debía volver a escaparme, pero el caballero dele que dele, movía y movía su lengua, incluso caía saliva y trataba de disimular que no me desagrada.

Me crucé de brazos con desinterés, pero aún así asentía de vez en cuando pa que no pensara que no estaba ni ahí con él.

Por lo menos había logrado que la Denise se zafara del castigo, y con eso me daba por pagado.

—Supongo que con esto queda claro que no puedes meterte en más problemas, ¿no es cierto? —Asentí—. Considerando que tu comportamiento en tu antiguo colegio era malísimo, no quiero que suceda lo mismo aquí, este es un establecimiento con principios.

Me miró con reproché e ignoré por quinta vez sus amenazas diciéndome que si me metía en alguna hueá me suspendería, desde que me matriculé que me viene lateando con lo mismo, y sinceramente no me asustaba para nada.

Finalizó por fin diciendo que debía leerme el reglamento las veces que fueran necesarias y que por favor usara un polerón del color del colegio, le dije que sí y me dejó en paz después de una hora de parloteo.

—Y recuerda, una falta más y te suspendo.

Mordisquee mi labio jugando mientras recordaba su frase. La verdad admitía que el canosito tenía razón, y no me convenía meterme en hueás, menos ahora que estaba con mi abuela por unos días mientras las cosas se calmaban en mi casa. Mi mamá había intentado contactarme junto a mi papá, pero no había querido contestar a sus llamadas, también quisieron ir a hablar conmigo a la casa, pero mi abuela se rehusó, cosa que agradecí.

Pero por otro lado no quería que mis papás se siguieran sintiendo mal.

Deslicé las manos en los bolsillos de mi pantalón y miré a mis alrededores en busca de cierta chiquilla bajita y de mirada angelical que me tenía totalmente revolucionado.

Y es que últimamente a pesar de la mierda que estaba viviendo en mi casa, la felicidad me inundaba cuando se trataba de la Denise, no sabía cómo explicar lo que sentía exactamente, pero verla y poder pasar tiempo junto a ella me ponía radiante, andaba incluso de mejor humor y gran parte de mis pensamientos iban dedicados a su persona.

Me daba vergüenza admitirlo incluso, porque no estaba acostumbrado a ser así. No era tan bueno relacionándome.

Comencé a silbar una canción que tenía pegá últimamente mientras caminaba con aburrimiento por el patio, hacía más frío que la cresta y no tenía muchas ganas de entrar a Matemáticas. Lo más probable es que la Denise estuviera entumecida por culpa del frío porque jamás se abrigaba, por lo que la idea de pasarme por el casino y comprarle algo se me pasó por la mente, quizás un cafecito la haría entrar en calor.

Seguí mi rumbo, dirigiéndome al casino con la mochila colgada a mi hombro derecho. ¿Le gustaría el café muy dulce o con casi nada de azúcar? A mí me gustaba solo, pero era lo contrario a mí, así que lo más probable es que ella sí le echara.

La tía me saludó amorosa y le pedí un café, saqué monedas sueltas que tenía en el bolsillo del polerón.

¿Era muy cursi lo que estaba haciendo?

Tragué saliva, dudoso.

—Últimamente me encuentro contigo en todas partes—Murmuró tajante una voz a mi lado. Le di una rápida mirada a la Paula, quién me observaba tosca, y sin una pisca de simpatía.

CondicionesWhere stories live. Discover now