once

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Ya eran pasadas las nueve de la noche cuando el papá del Damián me fue a dejar a mi casa, se quedó estacionado fuera de mi pasaje mientras el Damián me acompañaba hasta la puerta de mi hogar; suponía que se debía a que su padre creía que debía darnos intimidad para despedirnos.

Porque claro, creía que éramos pololos.

Estaba media mareada gracias a lo que había alcanzado a tomar, que al final ni siquiera me di cuenta cuando la cerveza que me había tomado, habían pasado a ser dos, más los vasos de borgoña y quizás un fanshop...

Iba a tener que buscar una buena excusa para zafarme de mi mamá.

—Gracias por haberme acompañado, sé que igual fue incómodo así que...

—No me lo agradezcas, era un favor que te debía, ¿o no? —Le pregunté seca, aunque mis intenciones no eran precisamente ser cortante. Se me quedó viendo por un rato mientras asentía lentamente y llevaba sus manos a los bolsillos de su pantalón.

Puse las manos en la reja de mi casa, dando por finalizada la jornada.

—Aún así, la pasé la raja contigo hoy día.— Dijo tímido, llevandose el dorso de la mano a la boca.

Mi corazón se aceleró y me maldecí por eso, ¿por qué diablos sentía todas esas cosas? ¡No me había dicho nada del otro mundo!

Pero, me hacía feliz escuchar eso...

—¿Lo pasaste bien porque te hice olvidar el mal rato de ver a la mina que te gusta casarse con tu hermano?—Se me escapó.

Bajé la mirada.

Cállate, Denise.

Su cara se desfiguró.

Le había dado en el claro, claramente.

Me tambalee un poco para luego dedicarle una sonrisa falsa. Aunque mis sentimientos iban en contra mía, me dolía saber que el Damián no me había ayudado por ser bueno conmigo o por entender mi situación, si no que lo hizo para lucirse frente a la Millaray y restregarle en la cara de que ya estaba con alguien y la había olvidado.

Me había usado.

Su mandíbula se tensó.

—¿Qué dijiste?

—Ya sé todo, Damián—Le contesté con los ojos clavados en los suyos, estaban oscuros y con recelo. Por alguna extraña razón el alcohol me ponía más atrevida, porque si no, ni en un millón de años le habría dicho eso sobria. —, pero tranquilo, tú secreto estará bien guardado, soy una tumba.

Solté una sonrisita.

No me dijo nada, por lo que seguí hablando yo.

—¡Ah! Y no te preocupes, porque a diferencia de ti, no necesito pedirte nada a cambio para guardarte un puto secreto. —La sonrisa que tenía en mis labios se borró automáticamente.

De mi bolso busqué mis llaves con dificultad, estaba demasiado oscuro, yo media pasadita de tragos y mi vista no ayudaba mucho.

—A ver, espera—Tomó mi bolso, haciendo que soltara un gruñido y lo mirara de mala manera.— , Denise, si lo que crees es que te chantajee solamente porque necesitaba llevar a una mina a la fiesta de compromiso de mi hermano por la Millaray, entonces estai equivocada, preciosa.

Fruncí el ceño.

—¿Entonces se puede saber por qué me chantajeaste? Mira que no le veo lógica a las condiciones que me diste. —Le solté de una tratando de mantener la compostura y no echarme a llorar ahí mismo. Por primera vez había sentido que un mino se acercaba a mí por mi verdadero yo y no por la imagen culiá de mina linda que había creado.

CondicionesWhere stories live. Discover now