cuarenta y uno

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Damián

un año antes


—Hoy en la tarde—Di la idea mientras me amarraba los cordones de las zapatillas—¿crees que podamos vernos? Te tengo una sorpresa—Solté una risa sin poder evitarlo; me había decidido por fin y quería que la Millaray perteneciera a mi vida de una manera más íntima, ya no quería seguir con los encuentros casuales, me había dado cuenta de que ella era lo suficientemente importante para mí como para continuar con aquello y se lo haría saber esa misma tarde.

—Pucha Damián—Se lamentó del otro lado del teléfono. Un pequeño dejo de decepción se me vino encima, sabiendo ya más o menos hacía donde se dirigían sus disculpas—, no creo que pueda hoy, tengo mucha pega pendiente y otros compromisos. Perdóname.

Me levanté de la banca del camarín y tomé mi mochila.

—No pasa nada.

—¿Seguro?

—Sí, no era nada importante tampoco—Mentí—, sólo... quería verte un rato.

—Yo también quiero verteConfesó y seguido a esto soltó una pequeña risa—, y lo sabes.

Me apoyé en el marco de la puerta, observando la cancha donde estaban los cabros hueando antes de empezar a jugar.

¿En qué estaba pensando?

Algunas veces me cuestionaba brígido el tipo de relación que tenía con la Millaray. No era normal.

Y no estaba bien.

Por lo que era consiente que las cosas no acabarían de buena manera, ambos estábamos en paradas distintas y tarde o temprano las cosas se complicarían, aunque yo no quisiera aceptarlo.

Me pasé una mano por la cara, cansado, no sabía en qué momento nos habíamos visto envueltos en esto.

—¿Sigues ahí? —Volvió a hablar debido al silencio que se había generado.

Qué ahueonao, era obvio que yo no era más que un juego para ella.

Y me estaba enganchando como los hueones. Era el único de los dos que se estaba ilusionando, y sabía muy bien también que si o si, no saldría ileso de esto.

Suspiré y respondí.

—Sí, sorry, me distraje. ¿Qué me estabai diciendo?

—Que te quiero, Damián—Respondió al instante.

Esperé escuchar esa frase por mucho tiempo, e incluso, quizás en otro momento me habría hecho el hueón más feliz, y me habría hecho albergar más esperanzas respecto a nosotros, sin embargo, en esa misma fracción de segundos, apareció un niño corriendo y sacándose la cresta en el cemento, llevándose toda mi atención. Cerré mi ojo derecho por inercia al ver tremendo porrazo y no la pensé dos veces para salir del camarín a su rescate, pero antes de alcanzarlo, una pelirroja fue más rápida y se agachó a ayudarlo.

Me escondí detrás del primer arbusto que encontré.

¿Por qué me escondía?

—Yo también—Dije lo primero que se me vino a la mente, luego de recordar que tenía a la Millaray esperando del otro lado—. Oye, tengo que dejarte, nos vemos el lunes, y no te preocupes por lo de hoy, tampoco era tan importante. Nos vemos.

Y corté sin pensármelo dos veces.

Alcé un poco mi cabeza, dejándola visible.

—¿te duele mucho? —Escuché que le preguntó al niño, quién se largó a llorar, tenía sus mejillas rojísimas y sollozaba sonoramente debido al golpe que se dio—. Sana, sana, potito de rana, sino sana hoy, sanará mañana—Intentó tranquilizarlo, haciéndole cariño con una sonrisa que hasta a mí me conquistó—¿ves que ya pasó? Fue solo un susto—Se rió desordenándole el pelo.

CondicionesWhere stories live. Discover now