dieciseis

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El timbre que indicaba que debíamos salir a recreo sonó, por lo que me levanté de la silla tratando de disimular mi molestia ante la interrupción indeseada de la polola del hermano del Damián. ¡Aún el Damián seguía sin explicarme bien el tema de esa mina! Y lo peor es que seguía debatiéndose entre contestarle o no.

—Deben ser muy cercanos con tu cuñada para que te llame a esta hora—Juro que traté de no decir nada pero fue inevitable, se me escapó la hueá. El Damián bajó la mirada, rascándose la cabeza. ¡Ni siquiera era capaz de mirarme a los ojos!

—¡Nise!— Me llamó la Anto lamentándose con un puchero—¿Podís creer que la profe le dijo al Bruno que su idea era buena?

Nunca me había alegrado tanto de escuchar a la Anto, fue como mi salvación, por no decir que quería puro escapar de ahí. Sentía que cada día hacia más el papel de hueona.

—Admite que esta vez yo sí tenía la razón, Toñita—Le guiñó un ojo mi mejor amigo haciéndose el lindo, pero la Anto no lo pescó ni en bajá.

Aproveché ese momento para agarrar del brazo a mi amiga y llevármela de ahí con viento fresco, dejando al Damián y al Bruno solos, ni siquiera volvimos a intercambiar miradas. Necesitaba salir de la sala, no habían pasado ni tres horas desde que llegué al colegio y ya había quedado la zorra. Además se me hacía muy extraño que aún la Gabriela no hiciera acto de presencia después de su huida en la mañana, estaba segura que no se iba a quedar tranquila hasta encontrar algo con lo que cagarme, pero lo peor es que yo no tenía nada que ver.

Estaba segura que alguien más había oído nuestra conversación la otra vez en el baño, y que de ahí cacharon todo.

O sino los vieron comiéndose y los sapearon nomás po, ¿cómo chucha no pensaba en esa posibilidad también ella?

Seguro andaba interesá en que todo el colegio se enterara de que tenía sendos cuernos.

Respiré un poco agitada cuando llegamos al primer piso, donde esta vez la Anto se soltó de mi agarre con una mueca y agachándose un poco, tomando aire como loca.

—Tonta hueona, ¿se puede saber qué mierda te dio pa que nos hicierai bajar las escaleras así?

Sonreí entre dientes haciéndome la inocente.

—Chucha sorry...—Me pasé una mano por el pelo, aún tratando de controlar mi respiración—, es que no sé, quería irme de la sala culiá y también de nuestro piso. ¿Vamos al comedor? Allá está calentito. —Traté de convencerla, a lo que recibí una mirada de reproche.

—Yap, pero me contai qué te pasó con el wachito rico del Damián, porque a mí no me engañai, culiá... Algo pasó ahí y por eso saliste arrancando.—Dio en el clavo con una mirada totalmente amenazadora.

Me quedé callada un rato, pero a los segundos suspiré resignada para después asentir.

—Trato.

La Anto sonrió para después tomarme del brazo, conduciéndome al casino, que por suerte estaba desierto, cosa que era igual era de esperarse, porque la hueá se llenaba en el recreo de almuerzo.

Caminamos hasta la mesa más cercana y nos sentamos, se puso uno de sus audífonos para luego mirarme como quién no quiere la cosa, ya me estaba preparando más o menos para lo que se venía, aunque no tenía intenciones de evadir tampoco el tema, después de todo con ella era con la única persona que podía hablar del Damián, aunque con el Bruno también pero el culiao ahora estaba súper amigo del Damián y hablarle sobre el tema sería pa él como si yo admitiera que realmente me gustaba el hueón con el que me pasaba molestando.

Mi amiga me siguió mirando esperando a que soltara la pepa, incluso abrió sus ojos miel más de lo normal, insistiendo con lenguaje de ojos para que dijera todo.

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