trece

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Sólo pude estar tres horas capeando clases, paseándome desde la enfermería hasta el baño una y otra vez para que no me pillara ningún inspector y no tuviese que verle la cara a ese par de traidores. Aún no podía creer la hueá, y más aún me sorprendía que no hubiese reaccionado mal ante la Gabriela, porque en cualquier otro momento la habría tironeado de las mechas y le hubiese dicho lo pésima amiga y persona que era, porque a pesar de que yo tenía tejado de vidrio, jamás se me pasaría por la cabeza comerme al mino de mi amiga, mucho menos tirármelo.

Pena no me daba en todo caso, decepción sí, y también me sentía humillada... El culiao estaba tan necesitado que buscó cualquier forma de hacerlo y por más que la pensara, más me alegraba de haberlo pateado.

Me sentía hueona por haberme preocupado tanto por él, por miles de veces sentirme culpable de hablar con el Damián, de no perder mi virginidad, de no sentir atracción hacia él...

La coraza culiá que había creado no sirvió, tampoco las falsas apariencias, ni mucho menos amistades, inevitablemente me iban a cagar, no importaba qué.

No buscaba culpables, tampoco venganza, simplemente quería estar en paz y no verle la cara a nadie, aislarme de todo y pensar, porque necesitaba hacerlo, necesitaba saber qué había salido mal, por qué me había pasado eso a mí.

Me estaba mirando en el espejo del baño, verificando que el rímel y el delineador no se me habían corrido cuando en el reflejo se aparece junto a mí el Damián, dándome un susto tremendo y haciendo que palideciera automáticamente.

—¿Pero qué estai haciendo aquí? —Pregunté exasperada, llevando las manos a su pecho para decirle que se fuera, sin embargo sus manos tomaron las mías y no pude evitar mirarlo a los ojos.

—¿Por qué te estai saltando las clases?— Me contestó con otra pregunta. Su rostro estaba inexpresivo, pero algo en su mirada detonaba preocupación, aunque tampoco quise ilusionarme.

—No sé, me da paja, no tengo ganas de ir nomás —Mentí.

Di un suspiro largo y pasé de él para ir hacia la puerta del baño y cerrarla con pestillo. Qué vergüenza que alguna alumna o inspectora nos pillara solos, sobretodo porque pensarían cualquier tipo de cosas.

—Ya, y yo hago como que te creo, ¿verdad? -Se apoyó en uno de los lavamanos mientras me miraba con cara de poker—, lástima que erís pésima mintiendo, Denise.

Puse todo mi peso en la puerta, llevándome las manos a la cara. ¡Era como una piedra en el zapato! No entendía cómo siempre lograba ver a través de mí.

—Ya dije que no pasaba nada, de verdad— Traté de convencerlo, sin embargo lo único que obtuve fue una intensa mirada de sus ojos verdes, porque no emitió palabra alguna.

Fruncí el ceño.

—¿Me escuchaste?

Volvió a quedarse callado por un momento para después alejarse del lavamanos y acercarse peligrosamente hacia donde estaba. Tragué saliva y bajé la mirada, no podía concentrarme en otra cosa que no fuese el hecho de que estábamos solos.

Quizás no había sido buena idea encerrarme con él...

—¿Estai mal por el Franco, cierto?— Preguntó entrecerrando sus ojos, causando que me incomodara ante la intensidad de sus ojos verdes. Nuevamente me acorraló contra la puerta y a pesar de lo mucho que me avergonzaba, le sostuve la mirada— , estai triste porque terminaron.

Lo miré anonadada por la estupidez que había dicho, ¡Jamás me podría sentir mal por haber terminado con ese saco huea! Incluso, estaba más que agradecida con el de arriba de haberme desecho de él.

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