quince

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—Denise Varela...—Musitó la inspectora inspeccionándome por sobre sus lentes con cara de pocos amigos. Sonreí inocentemente para que me diera luego el pase, y así poder llegar a mi sala a echarme un rato; había corrido para alcanzar a llegar antes de las ocho, pero estaba más claro que el agua que no alcancé—. ¡No llevamos ni dos meses de clases y ya tiene más de siete atrasos! —Exageró mientras bajaba la mirada y se ponía a escribir mi nombre en el pase para posteriormente entregármelo.

—Gracias...

—Si, si... En vez de agradecerme, empiece a levantarse más temprano. ¿Quiere?

Tragué saliva y asentí, escapándome al segundo de ahí a paso apresurado. ¡No era culpa mía que el Félix se demorara ocho horas en bañarse y nunca desocupara el baño! El culiao todas las mañanas me hacía la misma y al final siempre llegaba a la hora al colegio mientras que yo me atrasaba por su culpa.

Ya no soportaba esta vida llamada: tener al Félix de hermano.

Suspiré y comencé a subir las escaleras apurada, sintiendo como mi respiración se iba agitando escalón por escalón, hasta que sentí una mano rodear mi brazo en un mal intento.

Me voltee encontrándome con la sonrisa del Bruno.

—Hace rato que te estoy llamando pa que me esperís.—Se quejó con una mueca—¿Cómo estai? —Depositó un beso en mi mejilla.

—Bien, ¿y tú?

—Cagao de sueño. ¿Qué hueá nos toca ahora? —Preguntó mientras bostezaba.

—Artes.

—Qué paja—Susurró cuando ya habíamos llegado a nuestro piso. Asentí dándole la razón, la verdad ni siquiera sabía si nos habían pedido llevar materiales o no.

Caminamos por el pasillo y apenas llegamos a nuestra sala, tomé el pomo de la puerta y la abrí, encontrándome con todos mis compañeros hablando y cagaos de la risa, sin ningún profe. Con el Bruno nos miramos extrañados, pero no dijimos nada, cruzando el umbral, sin embargo a los segundos los ojos de la Gabriela se posaron en mí inyectados de rabia, levantándose de su asiento con el celular en mano, aproximándose hacia mí impulsiva.

—¿Fuiste tú, verdad? —Preguntó envená. Arrugué mi frente sin entender nada de lo que me estaba diciendo, y al parecer notó mi sorpresa, porque automáticamente alzó su celular mostrándome una especie de chat de Instagram—. Te juro, Denise que esta hueá no se va a quedar así. Te vai a arrepentir, hueona.

—A ver, a ver, Gabriela. Baja los cambios, hermanita y no vengai con amenazas, no estay en condiciones de hacerte la víctima—Se metió el Bruno, interponiéndose entre las dos.

La Gabriela le dio una mirada con odio y sin más preámbulos suspiró, pasando a llevar con su brazo al Bruno, yéndose de la sala hecha una furia.

Todos en el curso se quedaron mirando la escena, causando que mis mejillas se enrojecieran y no pudiese emitir palabra. Mi corazón no paraba de palpitar con rapidez sin entender lo que había pasado y por qué había tenido esa reacción contra mí. Precisamente la que debía estar enojada y con ganas de ahorcarla era yo por la mariconada que me había hecho.

Me quedé plasmada por unos segundos, hasta que la Anto apareció a mi lado para sobar mi brazo y decirme que no me preocupara.

—¿Se puede saber qué mierda le pasa? —Indagó el Bruno cabreado.

La Anto me tendió su celular.

—Mira lo que subió la página de confesiones del colegio.

Salí de mi trance y tomé el teléfono que me tendía con curiosidad, abriendo los ojos un poco más de lo normal al enterarme de lo que estaba pasando.

CondicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora