cuarenta y siete

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Damián







—¿Crees que me recuerden?

Hurgueteé en mi banano deseoso por encontrar mis llaves, escuchando su irreconocible tintineo, delatando que se encontraban en el fondo del mismo.

—Obvio—Le sonreí—, si erís inolvidable.  

Entrecerró sus orbitas y sus cejas se fruncieron a propósito—Eso lo decís porque erís mi pololo—Replicó.

Tomé con mi mano sus dos mejillas y la atraje hacia mí en cuestión de segundos. Se veía extremadamente tierna con sus labios fruncidos como boquita de pez. Besé sus labios y luego me alejé, rozando su nariz con la mía.

—Lo digo porque es la verdad, y no deberiai dudarlo jamás—Susurré contra su oído. Se estremeció con el rostro ardiendo y posteriormente deposité un beso en la punta de su nariz. Cerró su ojo derecho como acto de reflejo y su habitual dulce sonrisa volvió a decorar la comisura de sus labios.

—Tus besos tienen el poder de convencer a cualquiera—Me contó tapándose la carita.

—¿Y me revelai ese maravilloso secreto?—Solté una carcajada—. No dudes en que de ahora en adelante me aprovecharé de eso, y te besaré a cada momento—Le guiñé un ojo y se limitó a negar la cabeza con diversión.

—Puede que te lo haya revelado a propósito—Llevó sus manos detrás de su espalda.

Coloqué las llaves en la cerradura y abrí la reja al segundo.

—¿Estai admitiendo que deseai mis besos?

—Siempre, Damián—Afirmó con los pómulos como el fuego.

—Y te besaré toda la vida—Respondí perdiéndome en sus ojitos cafés.

Me quedó viendo sin aliento y la ventisca de la tarde nos alcanzó. Ambos terminamos por reírnos con complicidad.

Le hice una seña para que pasara, asintió y pasó primero, observando el patio de mi casa asombrada con el jardín que tanto empeño y esfuerzo le ponía mi mamá por mantener con lindas plantas y flores.

—¡Waaa! ¡Qué hermoso jardín! ¡Y tu casa también!—Habló con los ojos como diamantes.

—¿Te gusta?

—¡Obvio! Es incluso más linda de lo que me imaginé.

—¿Te la imaginabas?—Pregunté risueño.

Me pegó un codazo en las costillas que no me hizo daño y ambos reímos.

—Tuve que recurrir a eso ya que no me traías—Reclamó.

—Bueno, hoy al parecer es tu día de suerte—Avisé mientras jugaba con las llaves de la casa.

—Todos mis días son de suerte porque tú estai en mi vida—Agregó bajito mientras observaba la planta de su pie, queriendo parecer distraída.

Mi corazón comenzó a bailar con alegría y quise abrazarla ahí mismo. Y es que era tan tierna y linda, que no lo superaba. Se me hacía imposible.

Desde el primer minuto la quise, y ahora era adicto a ella. Completamente.

—¿Damián?—Escuché a mi mamá que estaba en el umbral de la puerta asomando su rostro—¡oh! ¡llegaron!

La Denise se sobresaltó nerviosa y la cara se le enrojeció. Tomé su mano para darle calma.

—Todo saldrá bien—Susurré contra su oído. Se removió y asintió en respuesta.

Los dos nos acercamos y mi mamá corrió hacia la Denise, apreciándola con los ojos brillosos.

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