veintiocho

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Un grito lleno de furia y pena salió desgarrado de mi garganta. Las tijeras que mis manos sostenían estaban a esperas de ser parte de mi desenfreno. ¿Cómo había sido capaz de engañarme a mí misma? ¡Era tan débil que no podía soportarlo! Las humillaciones, las tantas lágrimas que había derramado en silencio, los ataques de ansiedad, mis inseguridades, y un sinfín de sentimientos y recuerdos me embargaron en aquel instante. No podía ser capaz de aguantar ni un día más la falsa persona que veía frente mi reflejo.

Comencé a cortar mi pelo a tajos, llorando sin consuelo y con la vista fija en mí espejo. Los mechones largos caían uno tras otro y sentía como nuevamente todo en mi interior se quebraba. ¿Cuándo terminaría la pesadilla de la que era prisionera?

La palidez me carcomía y lucía tan demacrada y triste que parecía otra persona. Mis ojos estaban hinchados y sin el brillo habitual que solían tener.

Lloriquee con toda la rabia acumulada que traía atragantada de años y llegué a pensar que moriría de la pena. Ya no quedaba nada ni nadie por quién dar la pelea, era absurdo.

Se había ido la persona que le daba luz a mi oscuridad, y lo peor es que yo había sido la responsable de alejarlo de mi lado.

—¡Denise!

La puerta de mi pieza se abrió de sopetón, dejándome ver a mi mamá estupefacta y con clara confusión en su rostro. Se acercó dando dos pasos y me quitó las tijeras, tirándolas al piso de un empujón. Me estrechó junto a ella y su dulce perfume me hizo regresar al tiempo. Su tacto protector entró en contacto conmigo y sentí como mi carga se alivianaba.

Mi pecho subía y bajaba producto de la incontrolable pena que padecía. ¿Cómo seria capaz de seguir mi camino sola?

»¿Pero qué pasó?

—Mamá... Yo... no sé qué hacer—Hablé con dificultad. Mi respiración no lograba controlarse, causando que soltara grandes jadeos. Me tomó de los hombros obligándome a mirarla.

—¿Por qué te cortaste el pelo? No entiendo, mi niña. Hace días que quiero saber qué pasó en el colegio...—Tomó una pequeña pausa— Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?

Asentí y bajé la vista con culpabilidad. No podía contarle lo que realmente había sucedido, no tenía ni el más mínimo valor. El miedo se hacía parte de mí de solo considerar la idea.

Me agaché sin poder evitarlo, cayendo de rodillas al suelo. No era siquiera capaz de contarle a mi mamá por todo lo que había pasado, no quería verla sentirse mal, ni sentirse culpable. Sabía que aquello también rompería su corazón, y yo jamás iba a permitir que eso sucediese.

Repitió mi acción quedando a mi altura. Tomó mis mejillas y en sus ojos cafés pude notar lo afligida que estaba. Me vi reflejada en ellos y debido a eso evité su contacto visual.

» ¿Te hicieron algo?

Me quedé atónita, delatándome.

Y mi llanto estalló, llevándome las manos a la cara del pudor.

—¡¿Por qué nací tan fea y gorda?! No entiendo, yo quiero ser otra persona. No soporto esto, no me soporto a mí. No me quiero, no entiendo por qué...

Mis dedos impedían ver la reacción de mi mamá, pero sabía que decirle eso debía dolerle igual que a mí.

—Pero si eres preciosa, y tu cuerpo también, todo de ti es maravilloso. Eres una niña tan dulce y gentil—Su voz sonaba tan suave y calmada que me dio aún más pena. ¿Por qué tenían tanta consideración conmigo? —Jamás deberías dudarlo, sin importar lo que diga el resto.

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