treinta y nueve

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—Pero ¿cómo terminaron ahí?

Escuché que le preguntaron los cabros al Adrián, íbamos camino al patio, ya que al final habíamos salido todos de la bodega y dejamos la puerta abierta, la Anto insistió en que debíamos dejar un papelito que dijera que la puerta estaba mala y no podía abrirse por dentro, como una especie de advertencia. Tuvimos la cuea de que el Félix andaba con su mochila, así que le robamos una hoja y dejamos el mensajito, al menos para evitar que alguna otra personita o varias más se vieran envueltas en esa desagradable experiencia.

Aunque el hecho de tener la compañía del Adrián me tranquilizó mucho más, no sé qué habría sido de mí si me hubiese quedado sola.

—¿Segura que estai bien? —Preguntó el Damián aún medio afligido, estábamos caminando de la mano, así que entrelacé la suya con mucha más fuerza y le dediqué una sonrisa.

Asentí—Fue sólo un sustito—Le aseguré para que así se tranquilizara—. Lo que sí, me gustaría saber qué pasó al final con el partido.

—Yo también quiero saber eso—Saltó tras de nosotros el Adrián, solté una carcajada y volví a poner mi atención en el Damián, quién me observaba con complicidad, besó mis nudillos y manteniendo la tensión en su respuesta, al fin comentó:

—Ganamos.

Di saltitos de alegría y me abalancé sobre él, abrazándolo.

—Yo vi ese último tiro y estuvo pulento—Habló el Félix emocionado

—Cortesito NBA—Se le unió la Anto.

—¡Wow, sí! —Le di más cuerda a los chiquillos, haciendo movimientos con mis manos para explicar de mejor manera cómo me sentía—. Mientras los veía jugar a ustedes dos, no paraba de pensar en lo buenos que eran jugando, además tenían muy buena química, más aún cuando se daban esos pases rebuscados.

El Damián entreabrió sus labios por un segundo, quedándose pasmado por un tiempo corto. El Adrián por su parte también se quedó en un pequeño trance.

Los dos terminaron por sonrojarse.

—Tampoco fue pa tanto, exagerá—Comentó el Adrián, revolviéndome el pelo con cuidado. Me quejé y lo miré feo, cuando me di cuenta de la sonrisa que me estaba dedicando—, pero gracias.

—No seai tan modesto, Adriánsito—Lo huebió el Damián, causando que éste se picara.

—Yo opino lo mismo que la Denise sinceramente—Se unió la Anto.

—Acepta tu realidad de Dios basquetbolista—Le aconsejó el Félix, abrazándolo por los hombros, también buscando aquel bichito para hacerlo rabiar aún más.

El Adrián chasqueó la lengua y se soltó del agarre del Félix altoque, causando que todos nos cagáramos de la risa. Sabía que no tenía muchos amigos, debido a que su papá era el director del colegio, pero ver como lograba desenvolverse con nosotros me dio una chispa de esperanza para él, y estaba segura de que las cosas mejorarían.

—Eso quiere decir que por fin saliste del cacho porque no actuaste como Romeo pal día del libro—Cambié de tema.

—Menos mal—Suspiró el Damián—, estaba entero chato.

—Que te costó caro—Opinó la Anto entrecerrando sus ojitos.

Cerca de nosotros pasó un grupito de minos que nos quedó viendo por un largo rato, sin embargo, no les presté atención.

—¿Y el Bruno? —Esta vez fue el Félix.

—Vendiendo mota—Se me escapó sin querer, y después me llevé las manos a la boca.

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