treinta y cinco

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Los dedos llegaban a picarme de las ganas que tenía de buscar el Instagram de la tal Paula, mi dedo pulgar no paraba de temblar sobre la pantalla y mentalmente me daba ánimos para ahuyentar cada inseguridad que venía a mí con sólo compararme con ella. Negué y seguido de un largo suspiro tiré a un lado el teléfono aún sin saber interpretar bien mis sentimientos. Me eché a la cama y agarré el primer peluche que encontré para abrazarlo mientras recordaba lo que había pasado en el laboratorio, que finalmente no atiné a nada más que quedarme en blanco, y luego, apenas se fue la Paula con su grupo, salir descarrilada de la sala en la que nos encontrábamos con el Damián.

No volvimos a hablar después de eso.

Tenía mensajes que no había leído de él e incluso dos llamadas perdidas, pero no tenía el valor de hablarle, además había muchas dudas que no lograba resolver, ¿qué pensaría de ella? Estaba claro que no debía importarme, y que de todas formas no me incumbía, pero se me hacía increíble como los ánimos podían cambiarte de un momento a otro como una montaña rusa.

La felicidad me había inundado apenas noté su fondo de pantalla, y se me hacía un detalle muy tierno, tanto que sentía que mi corazón se me iba a salir por la garganta en aquel instante, jamás nadie había hecho esas cosas tratándose de mí, y se me hacía tan increíble lo reciproco que teníamos nosotros que sentía miedo de solo pensar que podía desaparecer.

No quería dejar de sentir esa conexión que nos pertenecía.

Escondí mi cara entre los cojines y me di cuenta de lo ridícula que era.

—Me gustaría ser su polola—Murmuré lo suficientemente bajito, sin embargo al notar que no había sido solo cosa de mis pensamientos me llevé las manos a mi boca y me sorprendí por lo dicho.

Era consiente que no necesitábamos una etiqueta, y que a pesar de no ser algo oficial, nos comportábamos como si fuésemos eso y mucho más.

Pero me hacía ilusión.

Aunque también me daba mucho miedo sufrir.

Negué y me enderecé sobre mi cama, quizás mojarme la cara con un poco de agua fría aclararía mis ideas y dejaría de pensar hueás por un rato.

Me levanté y caminé arrastrando los pies, salí de mi pieza y me quedé con la espalda apoyada en mi puerta por un tiempo corto, miré las botitas de pantuflas que tenía y tragué saliva aún perdida.

—¿Y esa cara de funeral? —Sapeó el Félix apenas puso un pie en el pasillo, venía de las escaleras con un paquete de galletas que me tendió pero me negué—, pensé que estabai durmiendo.

—No tengo mucho sueño.

—¿Vai a ir a ver el campeonato mañana?

Alcé la vista.

—¿Es mañana?

—Ah sí, pensé que ya te había dicho el Damián, incluso hoy me vine más tarde del colegio porque me quedé acompañándolo en su entrenamiento, el profe tenía la media vena, creo que se fugó en los recreos y no jugó, así que por eso lo hizo quedarse más horas.

Miré hacia otro lado apenas nombró la supuesta fuga, esperaba que no sospechara nada.

—Ni me fijé cuando llegaste.

—Lógico, si pasai encerrá—Me huebió y después de entornar los ojos, me dejó sola nomás y se metió a su pieza, cerrando la puerta tras él el muy hipócrita.

Me quedé por unos minutos pegada observando la pared del pasillo, sabía que al Damián no le agradaba mucho la idea de jugar y a pesar de estar comprometido con eso tuvo la preocupación de hablarme e interesarse por mí; quizás sí debí responder sus mensajes, después de todo él no tenía nada que ver con los pensamientos sin sentido que llegaban a mi mente.

CondicionesWhere stories live. Discover now