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"Primero vienen las sonrisas. Luego las mentiras. Finalmente, las balas."

Stephen King

ALEXA

Narrador omnisciente

Cuando Alexa despertó en su cama luego de haber sido inmovilizada por uno de los hombres de traje que venían con el "Agente 007" y no encontró a su amiga en ningún lado, su primera opción fue llamar a la policía y reportar el secuestro de su compañera de habitación.

No obstante, no tuvo que hacerlo. Cuando agarró el teléfono se dio cuenta que tenía un mensaje de voz de Leah y lo escuchó enseguida.

No te preocupes. Estoy bien, Alexa. Te daré los detalles cuando regrese. —fue lo que le había dejado grabado su amiga. Se escuchaba serena y para nada asustada.

Trató de llamarla para confirmar lo que había escuchado, pero no le contestaba. Eso no le gustaba. No sabía qué hacer. Su amiga le había dicho que no se preocupara, pero era imposible para ella no hacerlo.

Como no podía llamar a la policía porque a lo mejor realmente no era nada, llamó a la única persona en la que confiaba.

Era él. Su secreto.

—¡Cachorro! —saltó a sus imponentes brazos en el momento en que lo vio de pie en el umbral de la puerta.

—¿Qué sucede, klein?

Escucharla llamarle así con su notable acento alemán, despertaba muchos sentimientos en ella.

Alexa era de Madrid, pero dominaba con creces el idioma alemán. Es decir, todos los estudiantes de intercambio en la Universidad de Berlín debían hablar fluidamente el idioma. Casi nunca usaba su idioma natal, a no ser cuando su familia la llamaba.

Amaba el alemán, pero nunca nadie le había dicho pequeña con tanto poder como lo hacía el hombre que la sostenía en brazos.

Y eso era lo que más le gustaba de él. Su poder.

—Estoy estresada. Necesito orgasmo-terapia. —musitó Alexa con ese tono de voz tierno que siempre usaba con su amante.

El hombre ensanchó los labios. Sus ojos claros, brillaron como una estrella en medio de la noche. Alexa enredó sus dedos en las hembras de cabello rubio del hombre, jugueteando como una niña a la que había dejado usar su juguete preferido.

—Y yo que pensaba que estabas triste y querías que te pusiera feliz.

—Puedes ponerme feliz o en cuatro. —ronroneó la pelinegra— Es tu decisión.

Ella lo tomó de la camisa, acercando sus labios a los suyos. Necesitaba quitarse el estrés que tenía encima y no se le ocurría mejor forma que deshacerse en los brazos de la persona que la volvía loca. Alexa nunca había sido fiel admiradora del sexo, lo consideraba un estándar sobrevalorado más de la sociedad. Pero solo fue conocer a este ser y se convirtió en una verdadera ninfómana.

Se pasaba el día y la noche, fantaseando con besar una vez más sus labios, como lo hacía en ese instante. Con fiereza y deseo, ansiosa por desgarrarle la ropa a mordiscos.

Luego de cerrar la puerta con una patada, él la trasladó en brazos como si fuese una pluma hacia la encimera de la cocina.

—¿Tu compañera no está? —preguntó el amante en el segundo en que se despegó un poco de ella para sacarse la camisa, dejando ver el abdomen marcado que tanto le provocaba a Alexa como si fuera un cono de helado al que saborear.

Control: un cuerpo, dos almas©️ [Killer #0]Where stories live. Discover now