4: Por Ojoloco

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Nadie habló, nadie se movió

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Nadie habló, nadie se movió. La noticia cayó encima mío como un cubo de agua fría. Por los primeros segundos no pude aceptarlo, no podía comprender como alguien como Ojoloco estuviera muerto. Después de unos momentos lo pude aceptar y eso lo hizo mucho peor.

—Lo vimos, —dijo Bill. Fleur asintió, rastros de lágrimas brillaban en sus mejillas a la luz—. Ocurrió justo después de que rompiéramos el círculo. Ojoloco y Dung estaban cerca de nosotros, se dirigían hacia el norte también. Voldemort... puede volar... fue directamente a por ellos. Dung cedió al pánico, le oí gritar, Ojoloco intentó detenerle, pero desapareció. La maldición de Voldemort dio a Ojoloco de lleno en la cara, cayó hacia atrás de su escoba y... no hubo nada que pudiéramos hacer, nada, teníamos a media docena de ellos a nuestra cola...

La voz de Bill se rompió.

—Por supuesto que no pudieron haber hecho nada, —dijo mi padrino.

Todos se quedaron de pie mirándose unos a otros. Ojoloco, tan duro, tan valiente, el consumado superviviente...con esas cicatrices...siempre en alerta permanente. Nadie dijo nada, que no había razón para esperar ya en el patio, y en silencio seguimos al Señor y la Señora Weasley de vuelta a la Madriguera, y al salón, donde Fred y George estaban riendo juntos.

—¿Qué pasa? —dijo Fred, estudiando las caras mientras entrabamos todos—. ¿Qué ha pasado? ¿Quién...?

—Ojoloco, —dijo el Señor Weasley—. Muerto.

Las sonrisas de los gemelos se convirtieron en muecas de sorpresa. Nadie parecía saber qué hacer. Tonks estaba llorando silenciosamente en un pañuelo, le puse una mano en el hombro a prima por unos segundos en señal de consuelo. Todos sabíamos que había estado muy unida a Ojoloco, era su favorita, su protegida en el Ministerio de Magia. Hagrid, que se había sentado en el suelo en la esquina donde tenía más espacio, estaba dándose ligeros toques en los ojos con un pañuelo del tamaño de un mantel. Bill se acercó al aparador y sacó una botella de whisky de fuego y algunos vasos.

—Aquí tienen, —dijo, y con un ondeo de su varita, envió los trece vasos a volar por la habitación hacia cada uno, sujetando el número catorce en alto.

—Por Ojoloco.

—Por Ojoloco, —dijeron todos, y bebimos. El whisky de fuego apenas me quemo un poco mi garganta, lo caliente y abrasador que era me dio una sensación de calidez suave pero a la vez firme, lo tomé todo de un trago como un shot. Sin embargo cuando volví la vista note que todos los adultos o bueno los que no me había visto beber al contrario de mis amigos, me vieron sorprendidos con la facilidad que lo había tomado todo de un solo trago. Mi tío Remus me vio con las cejas alzadas.

—Ay....quema...mucho— mentí terriblemente sin mucha emoción, me di la vuelta hacia Bill, queriendo aclarar mis sospechas—.  ¿Así que Mundungus desapareció?

La atmósfera cambió al momento. Todo el mundo parecía tenso, observándome, y es que yo había dicho lo que ninguno se había atrevido a decir pero todos pensaban.

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteWhere stories live. Discover now