43: Griphook y Ollivander

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Seguimos a Bill hasta el pequeño rellano en el que había tres puertas

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Seguimos a Bill hasta el pequeño rellano en el que había tres puertas. Me di la vuelta sintiendo algo detrás mío y note a Castiel que corría hacia mi con pasos desequilibrados debido al peso de mi varita en sus manos. Curiosa y con una sonrisa me agache y lo recibí a tiempo. Guardando mi varita en mi bolsillo y poniendo a Castiel en mi hombro.

— Aquí es —dijo Bill abriendo la puerta de su dormitorio.

Harry se acercó a la ventana, se puso de espaldas al paisaje. Hermione se sentó en la butaca que había junto al tocador, Ron en el reposabrazos de la misma y yo encima del tocador.

Enseguida reapareció Bill con el pequeño duende en brazos y lo depositó con cuidado en la cama. Griphook le dio las gracias y Bill se marchó y cerró la puerta.

— Perdona que te haya hecho traer aquí —empezó Harry con cordialidad —. ¿Cómo tienes las piernas?

— Me duelen. Pero se están curando.

Todavía llevaba en las manos la espada de Gryffindor, como Castiel había tenido mi varita en sus manos; pero su mirada era posesiva y un poco agresiva.

Trate de que no se diera cuenta de como lo observaba de pies a cabeza, los  largos y delgados dedos, ojos negros, pies alargados y sucios, un poco más alto que un elfo doméstico y con una cabeza abombada más grande que la de un humano. Hace muchos años que no veía un duende, apenas y había tocado Gringotts. La verdad el dinero siempre habai sido lo último de mis preocupaciones.

— Supongo que no recordarás... —comenzó Harry.

— ¿... que soy el duende que te llevó hasta tu cámara la primera vez que visitaste Gringotts? —lo interrumpió Griphook—. Pues sí, lo recuerdo, Harry Potter. También entre los duendes eres famoso. Como tu compañera aquí presente.

Su mirada se puso encima mío y por lo tanto la de todos los demás. Yo alze la mirada tan altanera como él, aunque de seguro debería rebajar mi ego si queríamos algo de él.

— No sabia que era una sensación también entre los duendes— mire a los demás con una sonrisa—. Bueno, no me sorprende. Digo... mírenme.

— Eres peligrosa, no solo para los magos si no para cualquier criatura viviente.— me vio con desagrado y asumí que no me ganaría su simpatía porque simplemente me consideraba una amenaza para su raza—. Sabes hechizos demasiado antiguos, magia demasiado vieja que ya nadie recuerda ni puede hacer. ¿Quien sabe que querrás hacer en el futuro? Una joven de 17 años sabiendo tantos secretos no es bueno para nadie. Nadie tan joven tiene que saber cosas si.

— Me estas diciendo que no merezco mi poder? La propia Morgana creo los hechizos que ahora se. Ella misma me los enseñó.— respondí tratando de no enojarme.

— No es seguro para nadie una persona con magia como la tuya, Laila Scamander.

— La magia no es algo que eliges— le espeté a él recordando las palabras que me había dicho Morgana—. Ella te elige a ti.

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteWhere stories live. Discover now