15: Una terrible reunion

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Pensé que la captura de Mundungus llevaría unas pocas horas como mucho, sin embargo, Kreacher no volvió esa mañana o siquiera esa noche

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Pensé que la captura de Mundungus llevaría unas pocas horas como mucho, sin embargo, Kreacher no volvió esa mañana o siquiera esa noche. A la puesta de sol, mi ansiedad estaba bajando y me sentía un poco desanimada,  la cena compuesta mayormente por pan que antes había estado mohoso y lo había transfigurado en pan caliente (gracias a Minnie por tus enseñanzas) me hizo sentir mejor. Y aún mas cuando había transformado uno en un pastelito. 

Pero Kreacher no volvió al día siguiente, ni el día después de ese. Sin embargo, dos hombres encapuchados habían aparecido en la plaza fuera del número doce, y se quedaron allí en la noche, mirando fijamente en dirección a la casa que no podían ver.

— Mortifagos, seguro, —dijo Ron, mientras los cuatro junto con Castiel mirábamos por la ventana del salón de dibujo—. ¿Seguro que no saben que estamos aquí?

— No creo —dijo Hermione, aunque parecía asustada—. O habrían enviado a Snape a por nosotros, ¿verdad?

—¿Creen que ha estado aquí y tiene la lengua atada por la maldición de Moody? —pregunté curiosa.

— Si —dijo Hermione—. De otro modo habría podido decirles como entrar aquí, verdad? Pero probablemente estén vigilando para ver si aparecemos. Sabían que Laila es la dueña la casa, después de todo.

— ¿Cómo lo... ? —empezó Harry.

— Los testamentos de magos son examinados por el Ministerio ¿recuerdas? Saben que Sirius le dejo todo lo suyo, además es la ultima Black directa de de esta casa.

La presencia de los mortifagos afuera incrementó el humor amenazador dentro del número doce. Aun no había noticias de nadie que estuviera más allá de Grimmauld Place desde el patronus del Señor Weasley, y la tensión empezaba a pasar factura. Castiel y yo jugábamos un viejo juego de ajedrez, y lo peor, era que mi bowtruckle me ganó la mayoría de las partidas. Extrañaba mucho a Presidente Besos, él sabría que decir.

Inquieto e irritable, Ron había desarrollado el molesto hábito de jugar con el Desiluminador en sus bolsillos. Pero esto enfurecía particularmente a Hermione, que estudiaba Los Cuentos de Beedle el Bardo y no apreciaba la forma en que las luces seguían encendiéndose y apagándose.

—¡Quieres parar! —gritó la tercera noche de ausencia de Kreacher, cuando todas las luces se apagaron de nuevo en el salón de dibujo. Castiel me habia hecho de nuevo un jaque mate.

— ¡Lo siento, lo siento! —dijo Ron, accionando el Desiluminador y restaurando las luces—. ¡No sé qué estoy haciendo!

— ¿Bueno, puedo sugerirte que encuentres algo útil en que ocuparte?

— ¿Algo como leer cuentos para niños?

— Dumbledore me dejó este libro, Ron...

— ... y a mí me dejó el Desiluminador, ¡quizás se supone que tenga que usarlo!

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteWhere stories live. Discover now