28: La vida en Londres

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Cuando abrí los ojos, sentí un terrible ardor en el hombro y mi espalda me dolía, apenas sentía mis piernas, me moví un poco y mis huesos sonaron

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Cuando abrí los ojos, sentí un terrible ardor en el hombro y mi espalda me dolía, apenas sentía mis piernas, me moví un poco y mis huesos sonaron. La boca me apestaba, la lengua la tenia pastosa y la garganta terriblemente seca. Abrí poco a poco los ojos, tratando de recordar que había pasado antes de cerrar los ojos, pero todo era bastante borroso. Me encontraba encima de una mesa, varios vasos a mi alrededor, en una sala de estar desconocida. Sentí un poco de miedo al despertar en un lugar desconocido, sobre todo sin memoria apenas, y un montón de personas tiradas durmiendo en el suelo. Lo que me dio calma fue que al menos Ron estaba a mi lado. Aunque tenía el cabello castaño por el cambio de imagen que le di, seguía teniendo su rostro de siempre. Al parecer mi amigo también estaba despertando pues dejó de roncar sonoramente y se llevó una mano a la cabeza con mucho dolor.

— Quiero vomitar mis órganos— él se quejó.

— Ron, ¿donde demonios estamos?— sisee, inmediatamente me toque los bolsillos de mi abrigo azul que antes le había pertenecido a mi abuelo Newt. Di un suspiro aliviada al ver a Castiel, mi bowtruckle, dormir pacíficamente en uno de los bolsillos. Me palpe el resto de los bolsillos, estaba mi varita, algunos galeones y un par de monedas muggle.

— ¿Te conozco?— él murmuró extrañado.

— Soy Laila, idiota— le recordé, si no reconocía mi aspecto debía seguir igual. Me di la vuelta, viendo mi reflejo en una ventana, efectivamente seguía con mi cambio de imagen de una linda chica de rasgos asiáticos y cabello negro liso.

Con cuidado nos levantamos de la mesa, tratando de no despertar a nadie. Parecía la casa de un adolescente muggle, pase de inmediato a la cocina y después de servirme un vaso de agua que termine en un par de tragos, agarré una bolsa y empecé a robar toda la comida que no tenía que cocinar. Ron me ayudó, ambos saqueando como un par de ratas; cereal, paquetes de galletas, pequeñas cajas de leche y raras frituras muggle. Ni Ron recordaba como llegamos a una fiesta muggle pero lo que si sabíamos es que debíamos irnos de inmediato.

En el reflejo me vi lo desarreglada que estaba, además apestaba a alcohol. Ron en vano trato de arreglarse el cabello. Mientras nos íbamos de la casa, entrando a una calle desconocida, al parecer estábamos en los suburbios, el claro cielo casi dejándonos ciegos, lo vi curiosa;

— ¿Que recuerdas?— pregunté.

— Uh...— le salió un eructo y una señora de mediana edad nos vio como excremento de dragón mientras pasaba a nuestro lado—. No mucho... me iba a hacer un tatuaje....

Los dos nos detuvimos en seco en la calle, al mismo tiempo que yo le levantaba la camiseta y efectivamente, allí, me encontré con la cara de un león rugiendo con filosos colmillos, se veía bien sin embargo no pude evitar sofocar una risa. La situación tan surrealista.

— ¡Por Morgana, si te lo hiciste!

— ¿Que?? ¿Es en serio?!— se dio la vuelta como un perro persiguiendo su propia cola siendo que el tatuaje estaba en su espalda baja y no lo alcanzaba, tragó y me vio preocupado, pálido—. ¿Se ve bien?

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteWhere stories live. Discover now