" 𝑬𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒂𝒏𝒅𝒂𝒏𝒕𝒆 "

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La caravana se transladaba a un buen ritmo , los ciudadanos se hacían hacia los lados mientras admiraban a su divinidad, a su soberano, su faraón.

Sentado en un trono dorado forrado en oro, custodiado por los mejores guerreros de todo el imperio, miraba a todos sus súbditos con seriedad, como todo un dios qué era, sus brazos cruzados sobre su pecho sosteniendo el látigo y cetro, su klaft azùl y dorado de rayado horizontal con su corona de la cobra Àspid sobre su cabeza, sus brazaletes, los enormes collares de joyas que cubría la mayor parte de su bronceado pecho, sortijas, pulsos, todo brillaba bajo el fulgor de Rá, su nemés blanco ajustado a su cintura y sus sandalias de cuero.

Sus súbditos hacían una reverencia y se inclinaban ante él y el que osara desafiarlo sentiría la ira del mismísimo Horus sobre él.

En una de las caravanas protegida por unas finas telas impidiendo la visión de las personas hacia su interior, custodiada de feroces soldados estaba una nerviosa Neferet, miraba con anhelo a través de las finas telas hacia la calle, ansiaba escapar de todo esto, salir corriendo y huir lejos, pero sería una completa locura, primero que no llegaría muy lejos con los soldados del faraón siguiéndole los talones y la otra sería que recibiría la cólera del soberano haciendo que la azoten hasta la muerte.

Un suspiro de frustración escapó de sus labios al no poder ingeniar algún perfecto plan para escapar, su aburrida mirada viajó por todos los habitantes que se inclinaban ante el paso de su soberano hasta que se detuvo en cierta persona especial para ella.

Su corazón se aceleró golpeando su pecho, las manos le comenzaron a sudar, su garganta se secó y no podía emitir ninguna palabra, su respiración se agitó, todo por ese hombre prohibido que no podía sacar de sus pensamientos.

Bomani

Realizando una inclinación ante su faraón, nunca pensó que lo vería hoy, y así, ella de esta manera, oculta entre las telas ante las miradas de todos, quería correr hacia él, abrazarlo con fuerza y huir lejos, dejaría todo esto, no le importaba las joyas ni riquezas del soberano, no le importaba que fuera el faraón de las dos Tierras, no estaba enamorada de él ni de su título, solo había un hombre en su corazón y ese era Bomani.

Inconcientemente una lágrima se deslizó por su mejilla al notar la distancia más notoria entre ellos, dejando a su amado atrás en la multitud.

Su pecho se estrujó ante la sola idea de nunca volver a verlo y tener que vivir en condena al lado de un hombre que no puede ser solamente suyo, viviendo entre lujos y riquezas pero sin el amor y cariño de su esposo, estaba condenada a morir siendo su concubina.

El tiempo transcurrió y la caravana se detuvo al frente del templo de Horus. Apophis descendió de su trono caminando con porte y elegancia hacia las escalinatas esperando por su concubina, su nueva adquisición. Por otra parte una nerviosa Neferet abandonaba la caravana siendo ayudada por unos de los soldados dedicándole está una mirada y sonrisa de agradecimiento que Apophis no pasó por alto dedicándole una mirada severa a Neferet quien enseguida borró su sonrisa de su rostro ante su mirada.

Con pasos torpes se fue acercando a su soberano bajo su intimidante mirada posicionándose detrás de él, los siervos llevaban consigo los canastos con las ofrendas al dios que no eran más que exquisitos manjares y oro, mucho oro.

Apophis comenzó a subir las escalinatas con una intranquila Neferet a sus espaldas, de vez en cuando la miraba con discreción deleitándose con su figura y belleza, se observaba tan frágil como una flor de loto, temiendo que si la tocaba está se rompería en sus manos.

Los sacerdotes lo esperaban en la entrada principal del templo realizando una inclinación ante su soberano.

- Bienvenido mi faraón - dijo con respeto - el dios Horus agradece su presencia en su sagrado templo....

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