¡Un lugar para divertirse y retar la imaginación!
Cada cierto tiempo publicaremos un reto para ustedes, con el simple objetivo de divertirse y dar rienda suelta a la imaginación. A veces, estas pequeñas iniciativas son buenas para el bloqueo de escr...
Opción: "Lo que había en esos ojos era sencilla y puramente el mal.".
Cuando Dumbledore y Snape entraron a Privet Drive esa noche, esperaban ver una masacre. Las salas de protección se habían desvanecido alrededor del número cuatro, y ambos hombres solo podían pensar en que Voldemort al fin había regresado y encontrado a Harry, y lo había asesinado junto a su familia. Estaban preparados, estaban preparados para ver la marca tenebrosa sobre una casa incendiada, los cadáveres de la familia Dursley en el jardín, tal vez a algún mortífago aún allí, regodeándose del regreso de su amo.
No esperaban la calma, el olor a aire fresco, la casa con las luces encendidas, el orden y la tranquilidad.
Cruzando el jardín, la puerta de entrada se estaba abriendo para darles la bienvenida, como si quien estuviera dentro los estuviera esperando con ansias. Dumbledore y Snape compartieron una pequeña mirada antes de comenzar a entrar a la casa.
Los recibió Harry.
Harry, de doce años. Harry, el salvador del mundo mágico. Harry, que se parece a su padre y tiene los ojos de su madre. Harry, que es educado, amable y respetuoso. Harry, que se mete en problemas porque quiere hacer lo correcto. Harry, que es valiente y fuerte.
Harry, que está sentado sobre el abdomen abierto de su tía. Harry, cuyas manos están sosteniendo un corazón sangrante y roto. Harry, cuyo rostro está cubierto de sangre. Harry, que termina de tragar antes de ver hacia arriba, hacia los dos hombres congelados en la puerta del número cuatro de Privet Drive.
Los ojos verdes esmeralda, que siempre fueron tan expresivos y brillantes, no estaban empañados ni mojados, no. No había rastro de hechizos en ellos, ni lástima, ni arrepentimiento, ni lágrimas. Lo que había en esos ojos era sencilla y puramente el mal. Hizo estremecer violentamente al director y al pocionista. La fuerza en los ojos del niño no se comparaba con nada que habían visto antes en un cuerpo tan pequeño.
—Lo siento —dice Harry, su voz susurrante y levemente áspera sonando fuerte contra las paredes de la silenciosa casa—. Sé que mantenía las protecciones, pero tenía hambre...
Se estaba disculpando, pero parecía que se disculpaba por haber sido atrapado que por cualquier otro hecho. El olor a sangre y podredumbre se hacía cada vez más intenso cuanto más tiempo pasaban dentro de la casa, y ni Dumbledore ni Snape necesitaron mucho esfuerzo para ver en la mente de Harry que el resto de la familia, el señor Dursley y el niño Dudley, habían sufrido un destino igual o peor que Petunia.
Harry no apartó la mirada mientras sus manos se elevaban. Dumbledore y Snape tampoco lo hicieron, ya sea por el horror o el morbo de la situación, no podrían decirlo, pero vieron en primera fila cómo Harry mordía el corazón de su tía y arrancaba un pedazo con un pequeño esfuerzo, masticando la carne con satisfacción y una sonrisa divertida dirigida a ellos.
