Resultados: "La enseñanza"

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Usuario de Wattpad: XUnaEscritoraMasAlvX

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Disparador escogido:

b) Tu personaje ha aprendido una 'gran enseñanza' gracias a otra persona, a la que considera su maestro/a.

Fandom: Encanto

Relato:

Ni siquiera había oído a su abuela Alma aceptar aquél trato, eso era raro, Dolores siempre se enteraba de las cosas antes de tiempo. Siempre.

¿Ser la maestra suplente?

Dolores nunca había cuidado más de dos niños en su vida antes, tenía suficiente con los dos terremotos al cual llamaba 'hermanos'.

—¿Por qué no se lo pides a alguien más? Mirabel, por ejemplo, es muy buena con los más pequeños.

Murmuraba nerviosa cerca de su abuela. La mujer soltó una risa corta mientras dejaba el plato usado cerca del lavadero en Casita.

—Doña Cristina pidió por ti, Dolores. Y lo harás perfecto. —acarició el hombro de la joven como consuelo.

Dolores se limitó a oprimir sus diminutos labios y verla alejarse del lugar. Las baldosas de la cocina se movieron en un agradable sonido, Casita trataba de animarla y desearle suerte para su labor diario.

Había caminado con los nervios a flor de piel hasta la escuela del pueblo, cinco minutos antes de lo acordado y con el corazón retumbando en sus oídos. No quería estar allí, temía fallar y decepcionar a los demás. Temía no agradarles a los niños e incluso hacer el ridículo. Ni siquiera se había dado cuenta el momento exacto en el que la maestra del salón, Doña Cristina la había visto parada cerca de la puerta e invitarla a unirse a ellos.

Dolores no prestó mucha atención, los ojitos curiosos de los infantes no se apartaban de ella. Juraría que el temblor en sus manos era muy notorio, incluso para los pequeños.

Doña Cristina abandonó el salón luego de indicar a sus alumnos iniciar con la actividad del día, el cual la joven Madrigal no logró oír con claridad.

Desde el escritorio observó a los niños hablar y reír entre ellos mientras coloreaban quién sabe qué. Se veían tan tranquilos, todo lo opuesto a cómo había sido su experiencia en la escuela, recordaba las veces en la que se echaba a llorarle a su madre por querer abandonarla en aquel lugar con extraños. Eso la hizo reír internamente de sí misma. Solía ser muy dramática.

—Pss, señorita Dolores. —una vocecita del otro lado de su escritorio se hizo presente. Una niña con trenzas a los lados le extendió una hoja—. Hice esto para usted.

Dolores examinó la hoja, sintiendo su corazón derretirse de ternura al ver una silueta semejante a la suya plasmada allí. La paleta de colores en su vestuario resultaba muy reconocible, al igual que su moño y cabello. Sonrío llevando una mano en el pecho, totalmente conmovida por el detalle.

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