¡Un lugar para divertirse y retar la imaginación!
Cada cierto tiempo publicaremos un reto para ustedes, con el simple objetivo de divertirse y dar rienda suelta a la imaginación. A veces, estas pequeñas iniciativas son buenas para el bloqueo de escr...
Era marzo de 1857, y Lalisa Manoban estaba frente a la fábrica textil de Nueva York. Su lugar de trabajo se le hacía ajeno y sombrío. Sus ojitos habían resplandecido cuando le dieron el empleo, pensaba que así podría darle una vida digna a su esposa quién tenía una salud muy débil. Aunque la sociedad y la ley no aceptaran su unión con Jennie como un matrimonio, ella haría lo posible porque ambas fueran felices juntas.
Nadie le contó que la dura vida laboral era el doble de difícil para las mujeres por el simple hecho de serlo. Ella y sus compañeras trabajaban más que cualquier hombre y les pagaban menos de la mitad del salario mínimo designado a los trabajadores masculinos. Ver al amor de su vida era un lujo y poder darle algo de cenar, un logro titánico. Pero eso iba a acabar en ese instante.
— ¡Queremos igualdad! —su grito inició la protesta.
Y aunque la policía arremetió violentamente contra todas aquellas valientes mujeres que pedían respeto como seres humanos, no las iban a callar. Lisa seguiría gritando, por su amor, por su vida, por sus derechos, por ser mujer y querer ser feliz.
