¡Un lugar para divertirse y retar la imaginación!
Cada cierto tiempo publicaremos un reto para ustedes, con el simple objetivo de divertirse y dar rienda suelta a la imaginación. A veces, estas pequeñas iniciativas son buenas para el bloqueo de escr...
¡Hola! Hemos tardado en tener claros nuestros resultados pero por fin podemos anunciarlos. Estamos muy agradecidos por todos los retos que hemos recibido en esta ocasión, sólo queremos deciros que las personas que no hayan ganado no se desanimen. Habrán muchos retos más y estamos seguros que podréis ganar con todo el esfuerzo que ponéis (habían muchos escritos bastante buenos pero por reglas, sólo podíamos premiar a tres). Y ahora sí, felicidades a las personas premiadas.
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Mi peor error fue dejarla ir aquel 28 de diciembre hace casi trece años.
Aquella mañana había despertado a su lado sintiendo su respiración tan cerca a la mía y su corazón palpitar en sincronía con el mío en una misma melodía de amor. Ese mismo día tenía pensado pedirle, rogarle, implorarle, en frente de toda Illea, que se convirtiera en mi esposa, en mi princesa, en mi reina. Solo faltaba aquella ceremonia para hacerlo oficial. Un mero trámite para el recuerdo porque yo ya la sentía mía. Ella me lo había confirmado la noche anterior con sus besos sabor vainilla, sus caricias de terciopelo y promesas de un porvenir juntos. Le creí. Lo hice porque veía la misma intensidad de amor, de devoción, que sentía yo por ella en esas gemas color azul que llevaba por ojos. Sin embargo, la dicha, felicidad y alegría solo me duraron unos cuantos minutos más.
Al terminar de vestirme ante su cálida mirada, salí de su habitación prometiéndole que, en un par de horas, ella y yo volveríamos estar a solas para continuar con nuestra danza de besos.
Con la intención de explicarle a Kriss que mi elección ya estaba hecha y que siempre había sido América la elegida por mi corazón, me dirigí a la puerta de su recamara. Toqué. Ella me abrió. Tomé el valor necesario para lo que iba a hacer. A pesar de que no la amase, ella había sido una gran amiga. Lamentaba el hecho de haberla ilusionado, pero uno no podía decidir de quién enamorarse. Aquello lo había aprendido gracias a Daphne y entendido al conocer a América, mi querida. La invité a salir a dar un paseo. Era mejor caminar un poco antes de darle la triste noticia. Cuando pasamos cerca de la habitación de América descubrí que toda mi fantasía de una vida llena de felicidad, muy diferente a la de mis padres, solo había sido una cruel fantasía.
Todo pasó tan rápido. Ella, él, ambos se sorprendieron de mi presencia. Las discusiones posteriores, sus excusas, mis órdenes fueron un recuerdo del final de nuestra relación.
Mi veredicto había cambiado. La elegida ya no sería ella. No era tan masoquista para atarme a una vida de engaños ni tan cruel para separarla de su amado. No lo pensé dos veces tampoco la dejé explicarse. Simplemente, cerré mi mente y mi corazón ante cualquiera que quisiese hacerme volver a creer en historias de amor. Me aísle.
Aquel 28 de diciembre hace casi 13 años, con el corazón roto, ante toda Illea, subí al estrado, me arrodille frente a Kriss Ambers y le pedí se convierta en mi esposa, mi princesa, mi reina.
