¡Un lugar para divertirse y retar la imaginación!
Cada cierto tiempo publicaremos un reto para ustedes, con el simple objetivo de divertirse y dar rienda suelta a la imaginación. A veces, estas pequeñas iniciativas son buenas para el bloqueo de escr...
Cuando llegaron al parque, los dos prepararon un sitio bajo la sombra de un frondoso árbol al fondo.
Katsuki le sirvió un par de sándwiches al menor, quien los comió encantado.
—Shōto —nombró soltando cada sílaba con cuidado y amor. El bicolor le miró.
—Dime —la voz salió baja y serena.
El peliceniza no respondió, sino que le tendió un sobre celeste sellado. El bicolor lo tomó, abriéndolo con cuidado, y sacó una pequeña tarjeta con caligrafía.
«Las fiestas han comenzado, y el tesoro ya se ha escondido. Trata de encontrar lo oculto siguiendo los acertijos, resuélvelo antes de que el Sol se haya ido». Se leía.
Cuando Shōto levantó la vista, Katsuki ya no estaba y en su lugar, había otro sobre azul con su nombre.
«Ya has perdido al rubí, tendrás que sin él seguir. Para hallar el tesoro busca a aquel que la oscuridad enloquece y la luz apacigua». Decía otra tarjeta.
Y cuando vio a lo lejos a Asui en una cita con su gótico novio, el entendimiento llegó a su ser.
A medida que el tiempo pasaba, los acertijos se hacían cada vez más difíciles. Pero, entre las pistas y tarjetas, no era nada que no pudiera manejar.
Bien, todo iba bien. Todoroki suspiró, traía huevos de chocolate, gigantes y coloridos; su ropa y parte de su rostro tenían barro y además cargaba con un peluche —el cual había sido una pista— de conejo.
Un sobre lo halló entre la maleza al pie de un árbol. Supo que debía ser el último porque a diferencia de los demás sobres, éste no era azul, sino más bien carmesí.
«Aquello que no ves, es el mayor tesoro que hayas podido encontrar. El principio y el final, entrelazados en uno mismo. Trata de recordar y regresa para hallar lo que a un inicio has perdido». Bien, para Shōto no fue muy difícil averiguar a qué se refería.
Regresó adonde Bakugō y él habían estado teniendo su pequeña celebración. Y encontró al cenizo vestido con una camisa simple blanca, un jean azul y en su cabeza traía unas orejas de conejo.
—Felices Pascuas, Shō —Katsuki sacó la cesta que escondía a sus espaldas y se la mostró.
La cesta estaba llena de más huevos de chocolate con distintos diseños y fotos de su familia y de ellos dos juntos. Incluso llegó a vislumbrar una foto de Enji con ellos en su primera práctica. Shōto le miró enternecido, sabiendo que la relación del cenizo con su padre no era la mejor, y aun así ahí se hallaba una foto de uno de los pocos momentos felices que había compartido el bicolor con Enji.
