El último capítulo de Claudia

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Aminoramos la marcha. Las lágrimas se deslizaban de mis mejillas al papel mientras el bosque volvía a alzarse a ambos lados del camino. Escuché las campanas de la iglesia y vislumbré a mi madre en la entrada del pueblo, alzando orgullosa la aguja y el hilo, encajados en una unión de sangre y muerte.
Aceptado mi destino, me apresuré a redactar un par de líneas más y tiré el cuaderno por la ventanilla, aterrizando quizá en el mismo lugar en el que mis labios casi besan el suelo tras aquel desliz con la rama. Esa era la única opción que suponía una mínima posibilidad de que alguien lo encontrara y conociera la verdad.
A escasos metros de ser recibidos por la localidad, escuché por primera y última vez la voz del chico que había estado acompañándome.
—Ellos tampoco son mis padres.

𝑇𝑒𝑠𝑡𝑖𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑜 𝑜𝑐𝑢𝑙𝑡𝑜 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora