𝙲𝚊𝚛𝚛𝚎𝚝𝚎 # 𝟽 - 𝙳𝚘𝚜 𝚏𝚞𝚎𝚐𝚘𝚜 𝚎𝚗 𝚏𝚞𝚛𝚒𝚊

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Así que estaba establecido. Ronnie estaba saliendo con Edward Tonks, un chico demasiado guapo con ojos avellanados y un choque de cabello rubio castaño. Hufflepuff. Hijo de muggles.

En ese momento, lo único peor que abogar por los derechos de los squib y los hijos de muggle era salir con uno. Así que la atención de todos cambió desde Bas y yo a ellos. Ronnie me dijo que no le importaba mucho porque ella era feliz y todos se podían ir al infierno.

Para mis adentros, me sentí aliviada, porque esto garantizo que Bas y yo pudiésemos disfrutar la cantidad mínima de paz de una vez por todas. En todo caso, el calvario cementó la certeza de que Bas y yo estábamos hechos para estar juntos. Era como si no pudiésemos ver nada más -y a nadie más- que nosotros dos.

Un día, acumule el coraje para cercarme a Emily Selwyn y preguntarle sobre su amorío con Amos Diggory. Emily siempre había sido una bruja orgullosa y huraña, pero supongo que estaba buscando en secreto un espíritu familiar, tal como yo lo hacía. Después de una noche de charlas y demasiado vino de elfo, me lo dijo todo; que estaba dispuesta a renunciar a su nombre y su familia para estar con Amos. Me preguntó si yo haría lo mismo y yo lo dudé. Lo dudé por mucho tiempo.

—No es lo mismo—le dije—. Bas es un Malfoy, un sangre pura. No tendría que renunciar a mi familia por él. No del todo.

—Pero Andrómeda lo tendrá que hacer—dijo ella—, si quiere estar con Ted.

—Ronnie no me dejaría a un lado—argumenté. Emily solo se rio—. Las personas hacen cosas locas cuando se trata de amor. ¿Qué harías por amor?

¿Qué haría yo por amor?

Pensé en esa pregunta por varias semanas, jugando con ello como un rompecabezas de mil piezas. La única persona con la que quería discutirlo ahora pasaba la mayoría de su tiempo en la cancha de Quidditch.

En preparación para la temporada de Quidditch, las practicas tenían lugar todos los días. Bas había sido reinstalado como buscador para el equipo de Slytherin y ya no podíamos eludir las prácticas. En días en dónde no había ninguna, él pasaba sus horas recuperándose de las prácticas y haciendo sus deberes, tal vez, el medio de un ensayo de pociones no era el mejor momento para una conversación profunda sobre el empoderamiento del amor.

Así que fui yo la que tuve que reflexionar sobre la insondable pregunta, una que era demasiado profunda para que una chica de dieciséis pudiera comprender.

Amor.

Una noción que aburre hasta los grandes navegantes, a los cantantes y a los poetas desde tiempos inmemorables. Las personas lo desean, lo respiran, lo lamen como bestias demacradas sedientas buscando un arroyo de agua fresca. Una fuerza tan poderosa que las personas caen en ella por veneno y una daga.

¿Acaso quién era yo para ponerle un significado lo suficientemente adecuado?

Pronto encontraría que la evidencia no estaría sobre mí, sino en alguien más.

Lucius me encontró sola en las orillas del lago negro en un húmedo día de marzo. La sombrilla del árbol de sauce proveía el necesario respiro del ruido y la bulla del castillo y se perchaba en una gran raíz que serpenteaba lo suficientemente alto del suelo que aún se encontraba esponjoso por los remanentes de la nieve del invierno. Aquí encontraba mi consuelo entre los trabajos de William Shakespeare.

—Hola—dijo. Miré sobre mi libro sorprendida. Era la primera vez que me hablaba desde el fiasco de la fiesta de navidad.

—¿Leyendo?

El Proyecto Malfoy • TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora