𝟑𝟔 - 𝐃𝐨𝐦𝐢𝐧𝐠𝐨 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲

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El invierno el Hogwarts es frío en cada sentido de la palabra. El aire se tornaba grueso y gredoso mientras las temperaturas decaen exponencialmente, bañando las paredes de piedra de una sombra enclenque de gris. Los estudiantes solían amontonarse en las únicas fuentes de calor, el Gran Comedor y las chimeneas en la sala común.

La sala común de Hufflepuff es un lugar que no se queda atrás del acomodamiento. Las ventanas se cerraban fuerte para mantener el frío. Las lámparas de cobre brillaban noche y día, dejando los suelos de piedra con la tibieza suficiente y empapando la sala circular de un brillo naranja.

Y así, cuando mis ojos se abren para no ver las llamas absorbentes del fuego de la sala común, el sol blanco de la mañana entra sin filtro a través de las ventanas que van desde el suelo hasta el techo, me pregunto momentáneamente si estaba soñando. Extiendo un brazo al otro lado de la ventana. Las sábanas de seda estaban plegadas pero frías al toque. Godric, ¿qué tan mal había dormido que había desordenado ambos lados de una cama lo suficientemente grande para tres adultos?

Me levanté del nido de almohadas. Mi reflejo me devuelve la mirada aturdidamente desde el espejo al otro lado de la habitación. El vestido plateado reposaba con cuidado en la banquita de cuero blanco, algo arrugado y definitivamente usado. Mientras asimilo el resto de mis alrededores, pequeñas piezas de la última noche empiezan a unirse: apuntando mi vestido azul; caminando la entrada y soltando la lengua en la puerta de hierro poco amigable; Narcissa guiándome a esta habitación para cambiarme; la expresión desdeñosa de Draco mientras caminaba hacia el comedor.

Es aquí cuando los recuerdos se vuelven lodosos: Lucius ofreciéndome vino; Draco haciendo un escándalo para irse –¿qué lo habrá molestado tanto? - y finalmente, el señor Selwyn diciendo que El Profeta me llevaría a la corte si aún me decidía a continuar el libro. Todo después de eso es un largo vacío.

Camino torpemente desde la cama al baño, agarrando mi frente como si eso fuese a detener el golpeteo. El almizcle fuerte del whiskey colgando en el aire trae una ola espantosa de náusea, haciendo que entregue bilis y el resto de lo que había bebido en la noche anterior en el baño. Después de eso, me levanto hacia la ducha y espero que el agua caliente limpiara el persistente sentimiento de vergüenza que está dentro mío. No lo hace.

Encuentro mi vestido azul colgando detrás de la puerta, pero antes de que pudiera remover mi suéter para cambiarme, la perilla de la puerta se mueve. Narcissa entra y me encuentra mirándola de vuelta con los ojos bien abiertos. — —Estás despierta—ella afirma con algo de sorpresa. Asiento con debilidad y mis mejillas llenas de color. —Tenemos desayuno en el comedor—dice—. Por favor, únete.

Demasiado mortificada para protestar, la sigo dócilmente: los platos de tostadas francesas, huevos, salchichas gigantes, un bol de frutas y una jarra de jugo fresco. Lucius se sentó en la cabeza, sosteniendo las páginas gruesas del Profeta del domingo. Un lugar se había adaptado para sentarme al lado y después de la insistencia de Narcissa, me siento a regañadientes y observo como llena mi plato de comida.

—Siento lo de anoche...

—Las frutas y los huevos ayudarán—Narcissa pone una banana y una manzana en mi plato, luego toma su lugar a la derecha de Lucius. —¿Qué tal te pareció la cena ayer? —ella pregunta, ignorando su propio plato nuevo.

Mastico rápidamente y trago. —Oh, ¡fue increíble! Todos fueron amables y pacientes. ¡No puedo creer que haya conocido a Magnus Opius! He sido fanática de él por años y conocerlo en persona fue irreal. ¡No sabía que era amigo de él, señor Malfoy!

El Proyecto Malfoy • TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora