𝟔𝟒 - 𝐋𝐚 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚 𝐬𝐨𝐩𝐥𝐨𝐧𝐚

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Montague se dirigía hacia nosotros, sus pesadas pisadas hacían temblar el suelo mientras su corpulenta figura crecía más y más. Blaise, Vaisey y Pansy lo seguían de cerca.

—Está teniendo un ataque de pánico...

—¡Aléjate de ella! —me hizo a un lado y se dejó caer sobre Ainsley, aplastándole la cara entre las manos—¿Qué ha pasado? —preguntó—¿Estás herida? ¿Te ha hecho daño? —ella negó con la cabeza, aún sollozando.

—Necesita aire—dije, y él giró la cabeza hacia mí, con los ojos inyectados en sangre y brillantes de ira. Una vena gruesa le palpitaba en la sien y tenía la mandíbula tan apretada que pensé que se le iban a romper los huesos. —¿Qué... Qué... hiciste? ¿Qué hiciste?

—Estábamos hablando...

—¡¿QUÉ HICISTE?! —gritó, rociándome la cara con saliva.

Mi cuerpo se tensó, mi mano instintivamente fue a tocar mi varita. —Nada.

Me agarró por el cuello y levantó el puño. Me preparé para el puñetazo, pero antes de que pudiera lanzarlo, Blaise y Vaisey lo empujaron hacia atrás. —No, amigo. Así no—reprendió Blaise con severidad.

Montague se los sacudió de encima y rodó los hombros. —Tienes razón—tiró del dobladillo de mi camisa—, este rubio de mierda—me espetó— no vale ni dos segundos de mi tiempo.

Se abalanzó sobre Ainsley una vez más, cuyo llanto se había hecho más intenso con la conmoción. —¿Estás segura de que no te ha tocado?—volvió a preguntarle.

Esperaba que le dijera lo que había hecho, pero ella sólo asintió con la cabeza, obediente. Le apartó el pelo y le besó la frente húmeda.

Intenté captar sus ojos entre los fornidos brazos de Montague. —Ainsley, lo siento...

Levantó el brazo. —¡Aléjate de ella, maldita sea! ¿No has hecho suficiente?

—Tienes que darle espacio—insistí—¿No ves que no puede respirar?

Se puso en pie, media cabeza más alto que yo, y me miró fijamente. —Debes de tener unos cojones enormes para decirme lo que tengo que hacer con mi propia novia.

Me di cuenta de que quería golpearme, pero nuestros amigos estaban mirando. De hecho, pude ver, justo por encima de su hombro, que parte de la fiesta se había desbordado y observaba con regocijo. Miró a sus amigos, luego a Ainsley, antes de volverse hacia mí. Se encogió de hombros y, cuando volvió a hablar, su actitud se había suavizado visiblemente. —¿Sabes, Draco? lo entiendo. Ains es una chica guapa. Es simpática, y puede que te resulte fácil confundir su amabilidad con otra cosa. Pero te aseguro que es así con todo el mundo. Y cuanto antes te deshagas de la idea de que hay algo más, mejor.

En ese momento, no quería otra cosa que contarle todo lo que Ainsley y yo habíamos hecho juntos: Acostados en la cama aquella noche en que ella se había emborrachado y se había olvidado de decírselo; las largas miradas que intercambiamos en la oscuridad, tratando de llegar lo más profundo posible el uno al otro; los besos secretos, sus labios húmedos y cálidos sobre los míos; las caricias, los gemidos, los suspiros; el peso pesado y reconfortante de su cuerpo sobre mis caderas.

Pero sabía que Montague la estaba utilizando como un arma, y yo no iba a hacer lo mismo. Aun así, no me atrevía a renunciar a ella. Todavía no.

—Y cuanto antes aceptes que eres un novio de mierda, mejor.

Era débil. Y cruel. Y apuñaló el frágil ego de Montague más de lo que esperaba. Su fingida simpatía se desvaneció y su rostro se tiñó de púrpura por la rabia. —Hijo de...

El Proyecto Malfoy • TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora