Año 1981: Los niños que sobrevivieron

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El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente

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El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima por encima de las vallas de los jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había niño mejor que él.

Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también guardaban un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.

La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil, eran lo más opuesto a los Dursley que se pudieran imaginar. Los Dursley se estremecían al pensar que dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían dos mellizos pequeños, pero nunca los habían visto. Los niños eran otra razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con unos niños como ellos.

Cuando el señor y la señora Dudley se despertaron el sombrío y gris martes en el que nuestra historia comienza, no había nada en aquel cielo nublado que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente instalaba al ruidoso Dudley en la trona.

Ninguno vio al gran búho pardo que pasaba volando por la ventana.

A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando cereales contra las paredes. "Pillastre", dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.

Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando de la ciudad. Durante un segundo, el señor Dudley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no se veía ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía <<Privet Drive>> (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley negó con la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en un gran pedido de taladros que esperaba conseguir aquel día.

𝗙𝗘𝗟𝗟𝗜𝗡𝗚𝗦; pansy parkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora