Primer año: ¡Felicidades, Hermione!

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Aurora nunca había creído que pudiera existir un chico al que detestara más que a Dudley, pero eso era antes de haber conocido a Draco Malfoy

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Aurora nunca había creído que pudiera existir un chico al que detestara más que a Dudley, pero eso era antes de haber conocido a Draco Malfoy. Tenía la mala suerte de encontrárselo siempre que entraba en la sala común, además, por ser de la misma casa, compartían todas sus clases. Otra mala noticia llegó, cuando apareció una noticia en el tablón de anuncios de Slytherin, las clases de vuelo. Iban a compartirlas con Gryffindor, lo único bueno de eso es que podría estar con Hermione o con Harry. Las lecciones comenzarían el jueves, justo el día del cumpleaños de Hermione, que, por cierto, ya lo tenían todo preparado, solo faltaba coger la comida de las cocinas.

- Perfecto – dijo en tono sombrío Aurora –. Justo lo que siempre he deseado. Pasar todavía más tiempo con Malfoy.

- Tú tranquila, lo mejor es no hacerle caso, como si no existiera – le dijo Andrew, mientras hacía sus deberes de Historia de la Magia.

- Yo conozco a ese teñido – dijo Regulus, que estaba limpiándose la boca con una servilleta de tela, se había manchado con mermelada –. Le molesta mucho que le ignoren, al cabo de un tiempo ya no le importarás – hizo una pausa para beber un poco de zumo de calabaza –. Cambiando radicalmente de tema, ya lo tenemos todo listo para hoy, ¿no?

- Sí, pero lo vamos a tener que hacer un poco más tarde, por las clases de vuelo – dijo la azabache mientras comía un pedazo de pastel de calabaza.

Aurora miró el reloj de su muñeca, viendo la hora.

- Dentro de dos horas tenemos que recolectar los pelos de escaramujos. Si no mal recuerdo, quien tiene esa hora libre es Andrew – dijo la chica mirando al castaño.

- Sí, la mejor decisión que tuvimos fue moverlos de sitio para ponerlos en mi cuarto.

- Recuerda ponerte los guantes de piel de dragón y poner los finos pelos en un bote. Cuidado con las semillas – le volvió a explicar Regulus.

Estaba todo listo para la broma de los Slytherins, solo faltaba recolectar y realizar la operación. Habían decidido que la trastada que les harían a las serpientes sería poner pelos de escaramujos en sus camas para que cuando se tumbaran les picara toda la zona del cuerpo que hubieran tocado las partes específicas de la planta. La idea se le ocurrió a Aurora, ya que una vez cuando era pequeña se calló en una planta de estas cosas y los picores le duraron semanas, por obvias razones no iban a poner tanto. La cantidad estaba racionada para que el picor les durara dos días solamente.

- Yo llevaré una cosa que nos vendrá de perlas para realizarlo todo a pedir de boca – comentó Regulus, con una sonrisa divertida en el rostro.

- Usaremos el pasadizo que descubrí hace unos días – dijo la azabache.

Ambos chicos asintieron, siguieron desayunando mientras Regulus ayudaba a Andrew con la tarea de astronomía. Aurora pensaba en que, la verdad, Malfoy hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros muggles. Pero no era el único: por la forma de hablar de Blaise Zabini, parecía que había pasado toda la infancia volando por los inmensos jardines de su mansión con su escoba. Hasta Regulus podía contar a quien quisiera oírlo que una vez casi había chocado contra su tío, Ted Tonks, que estaba tranquilamente trabajando con las flores del jardín. Todos los que procedían de familias de magos hablaban constantemente de quidditch. La tenían harta, una vez había escuchado una conversación de sus compañeras de cuarto, hablaban de lo guapo que estaba Draco cada vez que se ponía su ropa para deporte. Sus compañeras de cuarto le daban repulsión, siempre estaban hablando de chicos y cosas de niñas ricas. El deporte al que ella era una aficionada era el baloncesto, le encantaba, siempre iba a un bar que había en su barrio, allí siempre ponían los partidos de la NBA. Su equipo favorito eran los Chicago Bulls, y el mejor jugador para ella, sin duda alguna, Michael Jordan, una bestia de 1,98 metros de altura y el mejor escolta de su equipo. Una vez había intentado colgar un poster del equipo en el dormitorio, sus compañeras casi la matan. Las chicas con las que compartía habitación eran unas arpías, Pansy Parkinson, Daphne Greengass y Millicent Bulstrode. No podía más con ellas, todas las noches se quedaban hablando de chicos o cosas así hasta tarde, y, aunque la azabache cerrara las cortinas verdes que tenía su cama, las seguí escuchando. Era una tortura tener a esas chicas cerca, ellas odiaban a la chica Potter y el sentimiento era correspondido por parte de la más alta.

𝗙𝗘𝗟𝗟𝗜𝗡𝗚𝗦; pansy parkinsonWhere stories live. Discover now