Segundo año: Vuelta a casa

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El final del verano llegó más rápido de lo que Aurora habría querido

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El final del verano llegó más rápido de lo que Aurora habría querido. Estaba deseando volver a Hogwarts, pero, por otro lado, el mes que había pasado en La Madriguera había sido el más feliz de su vida. Le resultaba difícil no sentir envidia de Ron cuando pensaba en los Dursley y en la bienvenida que le darían cuando volviera a Privet Drive.

La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena opípara que incluía todos los manjares favoritos de Harry y Aurora y que terminó con un suculento pudin de melaza. Fred y George redondearon la noche una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora. Después, llegó el momento de tomar la última taza de chocolate caliente e ir a la cama.

A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

A Aurora no le entraba en la cabeza que nueve personas, siete baúles grandes, tres búhos y una rata pudieran caber en un pequeño Ford Anglia. Claro que no había contado con las prestaciones especiales que le había añadido el señor Weasley.

- No le digáis a Molly ni media palabra – susurró a Harry y Aurora al abrir el maletero y enseñarles cómo lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con facilidad.

Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Aurora, Harry, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, uno al lado del otro, y dijo:

- Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad? – Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta el punto que parecía un banco del parque –. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?

El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Aurora y Harry se volvieron para echar una última mirada a la casa. Apenas les había dado tiempo a preguntarse cuando volverían a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a por su escoba. Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez. Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.

El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.

- Molly, querido...

- No, Arthur.

𝗙𝗘𝗟𝗟𝗜𝗡𝗚𝗦; pansy parkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora