Segundo año: Gilderoy Lockhart

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Al día siguiente, sin embargo, Aurora apenas sonrió ni una vez

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Al día siguiente, sin embargo, Aurora apenas sonrió ni una vez. Las cosas fueron de mal en peor desde el desayuno en el Gran Comedor. Bajo el techo encantado, que aquel día estaba de un triste color gris, las cuatro grandes mesas correspondientes a las cuatro casas estaban repletas de soperas con gachas de avena, fuentes de arenques ahumados, montones de tostadas y platos con huevos y beicon. Aurora y Regulus se sentaron en la mesa de Hufflepuff junto a Andrew, que tenía su ejemplar de Viajes con los Vampiros en las manos. Lo dejó en la mesa, suspirando. Él también odiaba a Lockhart. Hannah Abbott los saludó alegremente junto a Susan Bones. Hannah era una muchacha de cara alargada y pelo rubio. Y Susan era una chica de cara redonda y con un pelo rojo fuerte. Ambas eran unas chicas muy amables que hablaban con el trio de amigos de vez en cuando.

- El correo llegará en cualquier momento – comentó Susan –; supongo que mi abuela me enviará las cosas que me he olvidado.

Efectivamente, Aurora acababa de empezar sus gachas de avena cuando un centenar de búhos penetraron con gran estrépito en la sala, volando sobre sus cabezas, dando vueltas por la estancia y dejando caer cartas y paquetes sobre la alborotada multitud. Un gran paquete de forma irregular rebotó en la cabeza de Susan, y un segundo después, en la mesa de Gryffindor, una cosa gris cayó sobre la taza de Hermione, salpicándolos a todos de leche y plumas.

- ¡Errol! – dijo Ron, sacando por las patas al empapado búho. Errol se desplomó, sin sentido, sobre la mesa, con las patas hacia arriba y un sobre rojo y mojado en el pico –. ¡No...! – exclamó.

- No te preocupes, no está muerto – dijo Hermione, tocando a Errol con la punta del dedo.

- No es por eso... sino por esto.

Ron señalaba el sobre rojo. A Aurora no le parecía que tuviera nada de particular, pero Ron, Neville, Andrew y Regulus lo miraban como si pudiera estallar en cualquier momento.

- ¿Qué pasa? – preguntó Harry.

- Me han enviado un vociferador – dijo Ron con un hilo en la voz.

- Será mejor que lo abras, Ron – dijo Neville, en un tímido susurro –. Si no, será peor. Mi abuela una vez me envió uno, pero no lo abrí y... – tragó saliva – fue horrible.

Harry y Aurora contemplaron los rostros atemorizados y luego el sobre rojo.

- ¿Qué es un vociferador? – preguntaron a la vez.

Pero Ron fijaba toda su atención en la carta, que había empezado a humear por las esquinas.

- Ábrela – urgió Neville –. Será cuestión de unos minutos.

Ron alargó una mano temblorosa, le quitó a Errol el sobre del pico con mucho cuidado y lo abrió. Neville se tapó los oídos con los dedos. Aurora no comprendió por qué lo había hecho hasta una fracción de segundo después. Por un momento, creyó que el sobre había estallado; en el salón se oyó un bramido tan potente que desprendió polvo del techo.

𝗙𝗘𝗟𝗟𝗜𝗡𝗚𝗦; pansy parkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora