CAPÍTULO 54

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Jason acompañado de la doctora Kenia Garcés (mencionada más adelante en este capítulo)

Hace un mes escuché hablar a mi querida Angelina sobre una conferencia en Bogotá sobre La salud mental en tiempos de duelo y lo ansiosa que estaba por asistir, puesto que al ser una de las mejores estudiantes los dos días de conferencia serían gratuitos para ella, aunque debía costear el pasaje y la estadía en Bogotá.

Vendrían eminencias de varias partes del mundo, algunos con los que ya había tenido el placer de tratar y otros a los cuales anhelaba conocer, así que inmediatamente me puse en contacto con los organizadores de dicha conferencia para ofrecerme como un plus ya que todo estaba debidamente organizado, al principio se negaron, pero les dije que no les cobraría un solo peso por ir a exponer mi punto de vista ante los estudiantes que asistirían.

Al conocer mi trágica historia familiar y ver que pude salir adelante y ser un gran profesional en la rama de la salud mental, estos no pusieron más trabas y me permitieron hacer parte del panel de especialistas que llevarían a cabo dicha conferencia.

No le había dicho a nadie, solo le dije a mi secretaria que me ausentaría el fin de semana, la conferencia iniciaba el sábado temprano en la mañana, por lo que debíamos viajar el viernes y culminaba el domingo a medio día para que pudiésemos regresar y no interfiriera con las clases y las jornadas laborales del día lunes.

Al día siguiente sería el viaje y yo aún no comprendía cómo me había dejado llevar por aquel ataque de pánico y me había inmiscuido de esa forma en los intereses de Angelina, no la quería cerca pero la realidad era que tampoco podía tenerla lejos, no concibía el verla partir a Bogotá, mi mente cuestionaba el hecho de que encontrara un nuevo amor al tenerme lejos.

Quería compartir cada instante de su vida así fuese a distancia, pero estaría con ella al fin y al cabo, además al hablar frente al público sobre mi experiencia tal vez alivianaría mis cargas y me sentiría mejor al respecto, enfrentar mis demonios era mi segundo objetivo con esa conferencia, el primero y no sé de qué modo, era Angelina.

Llegó el momento que tanto había anhelado por un largo mes, tuve que tomar uno de los últimos vuelos del viernes, no por temor a encontrarme con Angelina, si no porque el trabajo no me permitía tomarlo antes, una hora y quince minutos duró este, hubo un poco de turbulencia pero no fue gran cosa, por suerte volar no entraba en mis fobias.

Al llegar me instalé de inmediato en el hotel Novotel Bogotá, no requerí de una previa reservación, no hay muchos huéspedes ya que es temporada baja, por lo que no hay muchos turistas en la zona, además sin ánimos de ofender, los chicos que vendrán a la conferencia son apenas estudiantes y probablemente no tengan con qué pagar un hotel de cuatro estrellas como este.

Lo primero que hice al llegar fue darme un buen baño y luego arrojar mi agotado cuerpo sobre el colchón para por fin descansar, coloqué la alarma en mi celular a las siete de la mañana por si el cansancio pretende prolongar mi sueño, la conferencia comienza a las ocho con treinta minutos, se llevará a cabo en el auditorio de la Universidad de Boyacá, muy cerca del hotel por lo que tendría tiempo de sobra para llegar puntual.

Éramos seis en total, cuatro nos presentaríamos el día sábado, dos en la mañana y dos en la tarde y los dos restantes el domingo, mi intervención sería ese mismo sábado antes de almuerzo, a eso de las diez y quince de la mañana, pero todos debíamos estar presentes por si ocurría algún contratiempo.

Todo estaba listo en aquel escenario, las sillas bien ubicadas y los micrófonos debidamente probados, solo había un pequeño detalle que me incomodaba y era la mirada pícara y coqueta de mi colega la psiquiatra Kenia Garcés, proveniente de España, cortésmente la ignoraba y huía de ella aunque se rehusara a dejarme ir.

Decidimos instalarnos los seis en la entrada para saludar a los entusiasmados estudiantes que comenzaban a llegar, debo admitir que ver a tantas personas de distintas edades, pero sobre todo jóvenes interesarse por este tema y asistir a este tipo de eventos, me entusiasmaba de sobre manera, pero nada se comparaba a verla a ella, mi preciosa Angelina, casi no lograba distinguir su hermosa figura por el grueso abrigo que llevaba puesto, parece que no toleraba el frío.

Solo se percató de mi presencia estando prácticamente dentro del recinto, estaba conversando con una compañera suya y al verme quedó muda y estática, a esa altura ya había retirado el abrigo de su cuerpo y se veía tan profesional y sexy con esa camisa blanca de mangas largas recogidas a la altura de sus codos, encajada en ese pantalón de dril azul oscuro ceñido a su cintura y sus piernas, acompañados de sus zapatos negros de tacón alto y accesorios discretos.

Yo tampoco supe qué decir al verla, para la doctora Kenia más que sorpresa había sido un gran disgusto, ya que me miró y la miró a ella con desaprobación, pero no me importaba lo que pensara el resto del mundo, yo había decidido entregarle mi corazón a ella y la amaba, sin duda la amaba, ninguna otra mujer me parecía tan bella o especial como lo era ella.

-¿Jason? ¿Qué haces aquí?- Preguntó ella acercándose a mí, rompiendo el hielo.

-Hago parte del panel de especialistas en la conferencia.- ¿Será que no es obvio eso?

-¿Por qué no lo mencionaste antes? Sabías que vendría y no dijiste nada.

-No ví razones para hacerlo, creo que no habría cambiado en nada la situación, o acaso... ¿Tú habrías dejado de venir al saber que yo vendría?- Le pregunté armándome de valor, quería saber si mi presencia era de su agrado.

-No, claro que no.- Respondió apresurada, una sonrisa se dibujo en mi rostro, la cuál traté de ocultar llevándome una mano a la boca y tosiendo falsamente. -De igual forma me hubiese gustado estar enterada.

Di tres pasos más en su dirección, los que faltaban para acortar la distancia que nos mantenía separados, no sabía por qué me estaba comportando así, pero el nerviosismo de Angelina me empujaba a hacerlo, mi presencia la descolocaba, recordé cuando la conocí, era justa la misma reacción, aquella que me volvió loco e hizo que me enamorara perdidamente de ella.

Me hacía perder los estribos y fue por eso que me alejé de inmediato, no podía caer de nuevo, no podía permitir que el amor me cegara otra vez y volver a decepcionarme, así que le deseé un buen día con la seriedad que me caracterizaba y ella hizo lo mismo, pero al irse hizo algo que me dejó desubicado, se acercó a mí y besó mi mejilla y rozó la otra con sus delicados y helados dedos, además de sonreírme abiertamente, no sé qué pasaba por su mente, pero por la mía sola transitaba ella.

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