3. Anhelos.

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El olor a sangre de liebre escurriendo sobre la tabla le está volviendo loco

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El olor a sangre de liebre escurriendo sobre la tabla le está volviendo loco. No está tan hambriento, pero molesta un poco no poder probar algo de aquello. Mantiene los ojos cerrados en un suplicio para sí mismo, sabe que ha cometido un grave error al pedir asilo, pero por sobre todo, acceder a la súplica de un anciano que no conoce. Aunque quisiera evitarlo, Yeosang es incapaz de interferir en el conjunto de emociones humanas que padece: por un lado aborrece cada mísero respiro que los humanos dan, pero por el otro se compadece en extremo por la suerte que corren en este mundo; siendo solo los títeres de seres sanguinarios que únicamente apelan por sus propios intereses.

Cuando escapó del castillo, su padre le habló al oído, susurró su nombre casi desgarrando por dentro, pero no lo detuvo, supo siempre que no le haría ningún daño, no era necesario, sabía que era por algo. Las fuerzas heredadas que recorren por sus venas, esas que quiere drenar de su cuerpo antes de que lo ahoguen para siempre, lo han estancado en esta cabaña, cerca de esa sensación humana que acoge su corazón como una suave brisa de primavera. Sabe que se encuentra maldito desde el primer día en el que conoció su reflejo en un espejo, grabando en su retina la marca de un acto salvaje que lo tiene encadenado al limbo entre la vida y la muerte. Él quiere vivir, pero para hacerlo alguien tiene que sufrir, y eso es algo que no contempla.

Se arrepiente solo de no haber besado la mano de su madre, que fue capaz de leer en sus ojos sus planes siniestros, pero que esperanzada, confió en que no lo haría, este vampiro tomó una decisión de suma importancia, y ahora se encuentra aquí, orillado a su parte más vulnerable, bajo los ojos atentos de tres jóvenes hermanos que desconfían hasta de la forma en la que pestañea. No los culpa, él también desconfía de sí mismo, sin saber en qué momento puede cambiar, le aterra convertirse en un demonio, le aterra tener que herir a otros para prevalecer; pero el destino ha sido justo con todos, él está maldito hasta que se cumpla la profecía de los pueblerinos mientras escoge la forma más sensata para vivir.

— ¿Entiendes, muchacho?

— Claro que sí, señor. Me gustaría decir ahora que lamento mí comportamiento. Con esto me refiero a lo que le hice a tu rostro.

— ¿El rasguño de gato bebé? — chasquea la boca y se pone abruptamente de pie— Lo dije y lo repito, no tienes la apariencia de alguien fuerte, algo escondes y descubriré qué es.

— Yunho, por favor — inquiere el viejo— Acepta las disculpas, y si terminaste tu cena, te pido que lo acompañes al cuarto. La noche aun es larga, traben las puertas y ventanas por si acaso, el ambiente está pesado. Por favor, Sang, ve con él, aceptó las disculpas, espero que no se repita.

— Muchas gracias— el vampiro hace una reverencia. Los hermanos se le quedan viendo con fervor, YeonJun acaricia el cuchillo, mientras Soobin se mantiene a la defensiva tocando el cuenco de las verduras—. Gracias por la cena, ha sido un placer.

Yunho observa el plato del invitado, apenas ha probado un bocado. Todos lo han notado, incluso si pretendiera creer que cruzó el bosque corriendo, le parece poco probable que no haya comido y bebido, pero ninguno ha querido corromper los relatos del viejo, que al parecer, está más entusiasmado que otras noches por esta inesperada visita. Pueden jurar que hasta lo ven distinto, un poco más vivaz que otras noches. Yunho cae en la cuenta de que a su padre le hacen falta más amistades y relaciones, pasa la mayor parte del tiempo encerrado, ellos hacen todo por él. Lo medita y exhala con cierta culpa, como si siempre lo hubiera sabido y actuado para evitarlo. Se espabila cuando Yeosang llega a su lado, mira de reojo su ropa, esa es su camisa favorita.

Colmillos falsos [YunSang]Where stories live. Discover now