22. Castigo.

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Corre con agilidad entre los árboles llevando el peso de una vida extinta sobre sus hombros

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Corre con agilidad entre los árboles llevando el peso de una vida extinta sobre sus hombros. Ha perdido la cordura, y la bestia que se esconde dentro de él araña fervientemente sus entrañas. El dolor de su piel rasgándose contra su voluntad lo contiene entre dientes, aguantando hasta las lágrimas más intrépidas. Siente que merece todo este dolor, es el fruto de sus oídos sordos, de su incomprensible ceguera ante el demonio que le engañó. Aun tiene su roja mirada en el rostro, resaltando la despreciable imagen de la muerte y la putrefacción. Es incapaz de olvidarlo, incluso si cierra los ojos, lo persigue el delicado y blanquecino rostro de Yeosang, volviendo loco a su corazón maldito.

En el camino, Yunho se encuentra con Soobin que tiene el alma rota pintada en la pupila. Yunho no está seguro de gritar la verdad o esconderla por unos míseros segundos más hasta poder estar a salvo, como si eso realmente pudiera servir en el futuro. Detrás de ellos están esas asquerosas criaturas salivando su comida esperada. No obstante, es como si pudiera delatarse solamente con la postura, esa postura de vergüenza, con la espalda curvada y el rostro petrificado en desasosiego. Puede leer lo que aquellos redondos ojos le están diciendo y lo cree hasta la última letra, pero es incapaz de hablar para disculparse, entonces, su hermano se desmorona de rodillas delante de él dando el grito más desgarrador que en esa noche se haya escuchado.

— Vamos...— musita sin aliento Yunho.

La mirada de Soobin se alza con dificultad ante la presencia imponente de su hermano mayor que no tiene rasgos de tristeza, ni remordimiento; eso es lo que piensa. Se levanta e intenta agarrar el cuerpo de YeonJun, pero no es capaz debido a la resistencia ajena, masculla entre dientes y grita sin conseguir más que quedarse solo mientras los gruñidos de los muertos suenan cercanos. Recién ahí se percata de que están siendo acechados, pero en lugar de retroceder les hace frente lanzando todas sus flechas con imprudencia, está lejos de ser un buen tirador en esta horrible noche, mientras de forma intermitente su corazón se apaga. El desconcierto lo deja tirado en ese mismo sitio, todos los Cadavéricos se acercan con fervor como carroñeros a devorar su debilitada carne, menea el arco ausente de flechas, hasta que siente que es arrastrado desde atrás, cae de espaldas encontrando un rostro afilado de cejas rectas.

— No es la solución— lo pone de pie—. Vamos a casa, pensaremos en los siguientes pasos.

— ¡Suéltame, San!

— ¡No haré eso! ¿Quieres que te maten? ¿Cómo piensas vengar lo que le pasó a tu hermano? ¡Reacciona!

Es difícil acatar la orden, siente que sus piernas son arañadas por la muerte, ya no tiene sentido levantarse, su hermano está muerto, ni siquiera desea pensar en lo que pasará cuando lleguen a la cabaña, cómo podría mirar a su padre a la cara o tan siquiera reproducir el suceso. El odio se acumula en cada recoveco del alma pura que ha sabido conservar. Se transmite en un gesto inoportuno de sus labios que ocasiona que San deba forcejear para sacarlo de allí, y aún así, decide quedarse tirado.

Colmillos falsos [YunSang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora