Colmillos falsos [YunSang]

25. Inesperado.

La magnificencia de un poder lo sorprende en su huida. Pese a que el castillo resultó ser también un digno oponente atravesando ante él las manos molinetes que salen desde las paredes y los enloquecedores silbidos para distraerlo, Yunho ha conseguido abrirse paso entre la carnicería de colmillos, garras y zarcillos provenientes incluso desde los techos. No obstante, aquel poder lo ha paralizado demasiado cerca de la libertad, y ha hecho lo mismo con el tiempo, los sonidos y la sangre que despide Yeosang desde la herida por el cuello; cayendo con un goteo lento y desesperante que llega a sonar cuando toca el piso. Tanto poder solo puede provenir de un solo sitio, y aunque no puede verlo, sabe que está ahí, parado justo enfrente de él, respirando sobre sus negros ojos. Intenta moverse, sus patas sufren al despegarse del suelo, así se siente, atrapado como un insecto en telarañas.

«Corres con la muerte en tus brazos»

Es lo único que oye penetrando en lo más profundo del tímpano, luego de algunos segundos su cuerpo y el resto a su alrededor vuelve a la normalidad, la sangre de Yeosang gotea con fuerza y los gritos desesperados mezclados con balbuceos de los cadavéricos se hacen cercanos. Las puertas se abren solas, a diferencia de lo que esperaba, y al girar para ver si lo persiguen se encuentra con un tumulto de vampiros observando su exhausto andar, ninguno hace nada, están sonriendo con las manos del demonio sobre los hombros, iluminando la noche con sus ojos plata como espejos de la muerte. Yunho corre tan rápido como puede saltando sobre los espinos venenosos que rodean al castillo, hasta que finalmente llega a un barranco, donde el fango lo hace tambalear y dirige a un solo destino.

Se siente cansado, su cuerpo entero tiembla, está manchado de sangre ajena, duda en la capacidad de mantener esta forma erguida por mucho tiempo, incluso si su cuerpo es el doble de lo que normalmente es, cubierto de pelos y masa muscular contundente, parece que tiene la fuerza de un niño. Ante el abismo, el cuerpo de Yeosang se resbala, ha pensado en dejarlo caer y esperar que los golpes hagan lo suyo, si es que de un modo u otro puede por fin morir, sin embargo, el miedo que corre en su pecho y la nostalgia lo obligan a descender con él en brazos por la tierra que se desprende, en una bajada peligrosa entre rocas y raíces filosas que sobresalen del horizonte. Abajo termina tropezando, y el cuerpo que carga finalmente se desprende de sus brazos chocando luego de varios giros sobre un enorme tronco de roble quemado. Yunho exhala un último aliento pesado y su cuerpo regresa a la humanidad, y antes de que pueda caer desmayado, una lánguida sombra se muestra entre los árboles espiando.

Cuándo abre los ojos por el sol incandescente que ha estado quemando su frente, su único pensamiento lo hace sentarse al fin, pero el sitio en el que se encuentra es distinto al que recuerda antes de dormirse. Busca con desesperación por su alrededor, pero aquello que aprisiona a su corazón no está por ninguna parte. Al ponerse de pie se percata de que se encuentra metido entre árboles y follaje alto, en cercanía del corazón del bosque, donde el sol ha entrado entre las hojas con fuerza justo hasta su cara y otros rincones, pero no es lo suficiente como para cubrir el suelo. Se observa las manos y la sangre seca se desprende cuando se frota los dedos; toda su ropa está manchada, rasgada, y por supuesto, no es la suya. Aunque se siente desorientado, es capaz de recordar muchas de las cosas que hizo y revivir el espectral susurro. Algunas ramas crujen detrás de él, escucha pisadas acercándose, por lo que se pone a la defensiva, no está seguro desde donde vienen realmente, solo sabe que pronto algo saldrá entre los altos pastizales, y aunque el rostro que finalmente ve no le genera confianza, su cuello deja de estar tenso.