Wei Ying y Jiang Cheng se encontraban en la situación de representar a su secta en la competencia anual de Laling Jin, donde debían demostrar sus destrezas en las seis artes.
A pesar de que esta competencia era una tradición para evaluar el progres...
— Líder, tengo algo importante que informar — el discípulo se inclinó realizando una reverencia a su líder, el joven se notaba cansado, quizá por haber corrido momentos antes.
— ¿Qué sucede? — inquirió al ver a su discípulo agitado.
— Líder, recibimos una carta de Yiling, pidiendo ayuda con unos cadáveres feroces, que están causando estragos en esa ciudad—
— ¿Y la secta Wen? — inquirió Nie Mingjue frunciendo el ceño — Ellos siempre se hacían cargo de lo que sucedía en Yiling —
— En la carta dice que los Wen aceptaron ir en su ayuda y eliminar a aquellos cadáveres, pero no fueron, a causa de eso las víctimas y heridos van en aumento — explicó.
— ¡¡Esos malditos!! Nunca están cuando verdaderamente se les necesita — el joven líder estaba enojado, frunció tanto el ceño que la vena de su frente parecía que iba a reventar en cualquier momento— Avisa a los discípulos y prepara todo, iremos a Yiling mañana mismo, o más gente saldrá perjudicada por la incompetencia de la secta Wen— ordenó
— Como usted ordene — se inclinó ante su líder y se retiró a cumplir con la orden que le fue dada que le regaló Mingjue a Meng Yao.
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— Es bueno que hayamos acabado con esos cadáveres, ahora contamos con más tiempo para descansar — expresó emocionado uno de los discípulos más jóvenes, esa era su primera cacería y al ver a su líder pelear de tal forma lo emocionaba aún más.
— Sí, ¿vieron al líder Nie?, es impresionante, ¡¡es el mejor de todos!! — gritó otro
— Tienes razón, el manejo de su sable es muy impresionante — expresó un discípulo doncel.
— ¡¡Ya cállense!!, el líder se enojará, por el ruido que hacen — gritó otro enojado.
— Ya suéltenme, por favor, no me hagan daño — lloriqueaba y forcejeaba un joven doncel.
El líder y sus discípulos iban caminando de regreso cuando escucharon gritos e insultos, miraron en varias direcciones y en un callejón no muy lejos de la calle principal, pudieron observar a tres hombres ebrios que sujetaban contra la pared a un joven doncel de mediana estatura, con la intención de tomarlo por la fuerza.
— ¡¡Ya deja de moverte, maldita perra!! — gritó uno de los hombres.
— Hoy te daremos lo que quieres, sé que lo disfrutarás, además ¿acaso eso no es lo que buscas, andando solo en la ciudad? Los de tu clase solo son unas putas que buscan tener sexo con cualquiera — insultó el otro hombre quien al parecer era el más viejo de entre los tres.
