Capítulo XVI

11.6K 964 2.7K
                                    

Los orbes verdes del rizado se clavaron en el castaño al escuchar sus palabras, convenciéndose a sí mismo de que no había sido más que una ilusión.

Sin embargo, no lo había sido.

Tenía frente a él a la única persona que podría llegar a sacarlo del profundo abismo donde había vivido a penas desde que nació. Tenía a su salvación, al ángel que había entrado en su vida para sacarlo de su mismísimo infierno.

Y ellos lo sabían. Sabían que aquello podría ser la causa de la más absoluta felicidad que podrían experimentar jamás, o la causa de la más cruel y dolorosa de las muertes.

Sabían que se estaban arriesgando a un todo o nada donde el todo tenía una mínima posibilidad frente a la nada. Pero, aun así, ninguno de los dos era capaz de razonar.

Habían llegado a un punto dónde la cordura y el razonamiento no tenían espacio alguno en sus consciencias, dónde reinaba la impulsividad, la locura, y el deseo de poseerse el uno al otro como única cosa en el mundo.

Harry no tenía ni idea de qué era aquello que latía bajo su pecho cada vez que su pequeño ángel entraba en su campo de visión. No entendía que eran aquellas mariposas que revoloteaban en su estómago cada vez que acariciaba su piel, y mucho menos podía darle nombre al sentimiento que comenzaba a florecer en su interior, tan profundo y tan despacio, que le daba tiempo a negarse a sí mismo la realidad que se hacía invisible ante sus ojos.

Louis, en cambio, conocía muy bien ese sentimiento de ser amado, así como de amar. Su madre le había contado mil historias dónde dos príncipes vivían felices para siempre, ganando así el amor y la felicidad. Y ahora, con él, comenzaba a entender todas esas historias de las que una vez sintió repugnancia al no creer en ellas.

Se sentía ridículo, sí. Se había enamorado de la persona que lo mantenía preso en su mansión, anulando cualquier deseo o muestra de voluntad propia por su parte. Se había enamorado del monstruo que vivía con él, de la bestia a la que poco le importaba llevarse vidas por delante si así lo deseaba.

Se había enamorado de su secuestrador, de su demonio, y de su perdición. O lo que es lo mismo; se había enamorado de Harry Styles.

Quizás no fuera más que un simple deseo por salir de aquel lugar con vida. Quizás sus ansias por ser amado lo conducían a una realidad que no le pertenecía, dónde se veía obligado a sentir por alguien para que no hiciera nada con él. O incluso, quizás, aquel dichoso sentimiento no era más que una ilusión al estar atrapado bajo la voluntad de él, sumiso y obediente a todos sus deseos.

Fue entonces cuando Louis bajó la cabeza, repitiendo en su mente una y otra vez las palabras que, por fin, se había atrevido a pronunciar en voz alta.

Harry escondió una sonrisa, negando con la cabeza.

—¿Algún día me obedecerás, Louis? —suspiró.

—¿En qué?

—Abrí la puerta para que te fueras, y me fui al balcón más alto de la puta mansión para no verlo. Sabía que, de quedarme, no te dejaría salir por esa puerta. Pero no lo has hecho. Te has quedado, y ahora, no pienso dejarte ir.

—¿Y si yo tampoco me quiero ir, dónde está el problema? —masculló.

—Ya te lo he dicho, este es mi mundo. No el tuyo.

—Podemos hacerlo nuestro. —susurró. Alzó la mirada nuevamente para poder mirarlo a los ojos, y sonrió cuando Harry, cuidadoso y delicado, acunó su rostro entre sus manos.

—Eres un angelito travieso.

—Quiero hacerte feliz, Harry. Enseñarte lo que es el amor. —confesó directo, mirándolo a los ojos.

Rehén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora