Epílogo

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8 años más tarde.


Harry caminó con rapidez hasta llegar al árbol más lejano del bosque de su mansión, y suspiró aliviado llevándose un cigarrillo a los labios.

Sin embargo, no pasaron ni cinco segundos cuando una dulce pero enfadada voz gritó a sus espaldas.

—¡Papá, prometiste dejar de fumar! —gritó la pequeña, cruzándose de brazos.

Se llamaba Sky, y tenía seis años. Era la hija mayor, adoptada por ellos cuando a penas tenía seis meses de vida. Tenía una larga y hermosa melena pelirroja, y tenía los ojos marrones. Era realmente preciosa.

Harry la miró frustrado.

—Por Dios, ¡solo quiero uno! —gritó también, con un ligero tono divertido en su voz.

Ella frunció su ceño ligeramente.

—Tíralo.

—No.

—¡Fumar es malo! —volvió a enfadarse.

—Hacemos un trato. Tú dejas que papi se fume este cigarro tranquilito, y papi convence a Louis de que hoy te deje ir a dormir media hora más tarde. —propuso cauteloso.

—¡Papi Lou, papi Hazz está intentando sobornarme! —gritó mirándolo, acabando con una sonrisa maliciosa formada en sus labios—. ¡Otra vez!

A Harry casi se le salieron los ojos de sus órbitas.

—¡Pero cállate, niña!

—¡Y me está gritando!

—Bien, ya está. Tú quieres morir hoy, y yo pienso ayudarte.

Apagó el cigarrillo estrechándolo contra el tronco del árbol, y lo tiró en una de las varias papeleras que Louis mandó a instalar en aquel bosque.

Sky soltó una carcajada comenzando a correr.

—¡¿A dónde te crees que vas, maldita chivata?! ¡ven aquí ahora mismo! —gritó.

—¡Cógeme si puedes! —lo retó su hija, correteando por los jardines de la mansión.

—¡Pero serás! —corrió detrás de ella.

Louis salió de la mansión disfrutando de la calidez que el sol de aquel día dejaba en el ambiente. Cerró los ojos durante unos instantes cuando un rayo solar impactó en su rostro con suavidad, y suspiró abriéndolos de nuevo.

En sus brazos, su hijo menor, Ben. Él tenía cinco añitos, y lo adoptaron cuando tenía uno. Era rubio, con rizos, y con unos ojos grisáceos que conseguían hipnotizar a cualquiera que los mirase.

Sonrió besando su mejilla cuando él hizo un pequeño puchero mientras succionaba una y otra vez sobre su chupete.

Sin embargo, frunció el ceño cuando lo primero que vieron sus ojos al mirar a su alrededor, fue a su hija Sky corretear por el jardín, y a Harry corretear detrás de ella.

Habría sido una imagen hermosa, si no fuera porque la pequeña estaba correteando en dirección a la piscina exterior que instalaron unos años atrás.

—¡Harry, cuidado con la jodida piscina!

—¡Sky, no te lances a la…!

Pero de nada sirvió.

Antes de que pudiera terminar, su pequeña ya había saltado a la piscina. La cosa era que, ella, aún no sabía nadar.

Harry no lo dudó a la hora de tirarse tras ella, agarrándola en brazos para sacarla de ahí. La piscina tenía poca profundidad para evitar accidentes como aquel, y pese a que la niña tenía pie, el susto de su padre lo hizo actuar así.

Rehén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora