Capítulo XXX

7.7K 809 1.5K
                                    

El ojiazul salió del coche en cuanto llegaron a aquella vivienda abandonada, a las afueras de Londres. Hacía frío, y la ausencia de tráfico y edificios hacía de aquello un lugar espeluznantemente silencioso.

O al menos, así sería si no se escucharan los gritos de Mark incluso fuera de la vivienda.

—Madre mía, a saber qué ha hecho ya el loco este para que mi padre grite tanto. —habló con tranquilidad, sonriéndole a Zayn. Este último tan solo se encogió de hombros.

—Ya lo conoces. Ellos te han tocado a ti, lo único que no deberían haberle tocado jamás. Y ahora, está pasando lo que todos sabíamos que iba a pasar.

—Lo sé. —masculló abriendo la puerta.

Sus ojos no supieron qué observar primero. Si su padre retorciéndose de dolor en el suelo con una bala incrustada en cada pierna, su madre arrodillada frente a Harry sin expresión alguna en su rostro, o su perfecto secuestrador con una sonrisa maquiavélica en su rostro.

Una sonrisa que, nada más ver a su rehén, se transformó en una mueca de amor, admiración y confianza. Sus ojos cogieron por fin ese brillo que tan solo conseguía tener si estaba con él, y rió bajito cuando su angelito lo abrazó con fuerza.

—Perdóname. Perdóname, por favor. —murmuró bajito, con su rostro escondido sobre su cuello. El mayor lo abrazó con fuerza fundiéndose con él.

—¿Perdonarte? —preguntó sorprendido, con un ligero tono de dulzura en su voz—. Angelito, literalmente has tenido tu vida en mis manos, y has estado a mi lado aún y cuando nada estaba claro y tenías todas las de perder. Si alguien tiene que pedirte perdón aquí, ese soy yo.

—¿Qué? —lo miró—. No, claro que no. ¿Por qué ibas a hacer eso?

—Por no haberme dado cuenta antes de todo lo que estabas sufriendo al estar en esa posición. —suspiró. Cerró los ojos unos instantes cuando su rehén hundió su rostro entre sus largos rizos, y besó su frente rodeando su cuello con sus brazos.

—No es tu culpa, diablito. —negó calmado, acariciando su cabeza.

—Tampoco la tuya, angelito. —sonrió dulce.

—Par de maricones. —se escuchó a sus espaldas, destrozando por completo su reencuentro.

Harry no pudo evitar soltar una carcajada.

—No puede ser posible que hayas dicho eso.

—Es lo que sois. —el hombre lo miró desde el suelo, tratando de humillarlos a ambos

Sin embargo, Harry comenzó a reírse.

—Espera espera, tengo una canción perfecta para este momento. —sacó su teléfono.

Louis, quien aún estaba a su lado abrazado a su brazo, lo miró con gracia.

—¿Vas a ponerle una canción? ¿ahora?

—Oh, claro que sí. Mira, esta. Justo este trozo, desde el segundo 2:01 hasta el 2:10.

No dudó en darle al botón que activó la canción. Una canción que, ante la sordez de la habitación, pudo escucharse perfectamente por todos los presentes.

—Una loba en el armario, tiene ganas de salir. —canturreó con la música, mofándose del hombre que lo miraba enfurecido desde el suelo.

—¡Que te jodan, Styles!

—Que gran error por su parte, suegro. Si continúa así, voy a quedarme sin extremidades que perforar. —vaciló con gracia, disparándole en el brazo.

Rehén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora