Capítulo XXXI

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Louis se removió frustrado entre las sábanas de su cama cuando notó un ligero peso caer sobre él, despertándolo con brusquedad. Sin embargo, no abrió los ojos.

Sabía perfectamente quien era.

—Lottie, déjame dormir. —exigió refunfuñón, colocándose boca abajo sobre la cama.

—Vamos, Lou. Tenemos que ir a jugar. —suspiró.

—Juega con Niall. —se colocó la almohada sobre la cabeza.

—Está en la habitación de Zayn, creo que se estaban peleando.

—¿Por qué?

—Porque Niall gritaba mucho. —comentó preocupada.

Louis no pudo evitar soltar una gran carcajada.

—Malditos conejos, ¿cómo lo harán? son las siete de la mañana. —masculló con gracia aún adormecido, negándose a abrir los ojos pese a los muchos intentos de su hermana.

—¿Conejos?

—Nada, no le hagas caso. —intervino Harry.

Fue ahí cuando Louis se deshizo de la almohada que tapaba su rostro, y miró en dirección a la voz de su secuestrador. Se mordió el labio en cuanto lo vio.

Estaba apoyado en la ventana, sin camiseta, y descalzo. Con unos vaqueros pitillos de color negro como única prenda que cubría su cuerpo, y sus rizos despeinados haciéndolo lucir muchísimo más hermoso de lo que ya era. Sus tatuajes se podían observar a la perfección, y los anillos de sus dedos obtuvieron el merecido protagonismo que requerían. Además, el hecho de que se estuviera fumando un cigarro lo hizo verse aún más atractivo a ojos del ojiazul, quien sonrió embobado mientras repasaba la hermosa anatomía de su secuestrador.

—¿Te gusta lo que ves, precioso? —vaciló el ojiverde, mirándolo con diversión.

Louis no perdió detalle de cómo se llevaba el cigarro a los labios para inhalar su sustancia en una profunda calada.

—Me encanta.

—¿Ah sí? —alzó las dos cejas. El ligero tono burlón de su voz hizo sonreír al ojiazul, quien asintió con la cabeza, y escondió su rostro en la almohada con timidez.

—Sí. —se relamió los labios.

—A mí me encantas tú. —comentó distraído, sabiendo perfectamente lo tímido que se ponía su rehén ante aquellos comentarios. Amaba ver como se sonrojaba por su culpa.

—¡Para! —la risilla tonta que se le escapó hizo sonreír a su secuestrador.

—Me gusta cuando te pones rojito. Y más cuando el culpable de eso, soy yo. —murmuró divertido.

—Deja de hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque me da vergüenza. —se sonrojó.

—¡Pareces un tomate! —sonrió su hermana, agarrando sus mofletes y apretándolos con fuerza. Él se quejó por eso.

—Todo culpa del tío Harry. —acusó bromeando.

—¡Tío Harry! —gritó. Cruzó sus brazos haciéndose la enfadada, y miró al rizado mientras se sentaba sobre el abdomen de su hermano. El ojiverde la miró con una media sonrisa en su rostro, aún desde la ventana.

—Todo lo que diga, miente.

—No miente. —lo defendió la niña.

—Muy bien, así me gusta. Fiel a tu hermano.

Rehén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora